Los veranos en el Palacio de Marivent ya no son lo que eran. Aquella época en la que el rey Juan Carlos I ejercía de anfitrión para la realeza y la alta sociedad internacional ha quedado sepultada bajo un nuevo régimen de austeridad y control.
Hoy, la residencia estival de la Familia Real en Mallorca es un búnker de discreción, un reflejo de la monarquía que Felipe VI y, sobre todo, la reina Letizia han construido ladrillo a ladrillo. Una fortaleza con unas normas de acceso muy claras y, al parecer, con una lista de admisión cada vez más exclusiva.
En este nuevo Marivent, las estancias son más cortas y la agenda, milimétrica. Lejos quedan los días de yates y recepciones fastuosas. Ahora, la presencia real se justifica con la participación del Rey en la Copa de Vela y el tradicional posado familiar.

Unas apariciones calculadas para mantener la visibilidad de la isla sin caer en los excesos del pasado. Pero detrás de esta fachada de normalidad se esconde una directriz férrea que afecta directamente a quienes antes formaban parte del círculo más íntimo de la familia: la entrada está prohibida para ciertos ex miembros. Empezando por el hecho que a Letizia nunca le ha gustado ir.
Marivent: Territorio vetado para Iñaki y Ainhoa
La instrucción, según ha trascendido en diversos medios, es tan clara como contundente y emana directamente de Zarzuela: Iñaki Urdangarin y su pareja, Ainhoa Armentia, no son bienvenidos en Mallorca durante la estancia de los Reyes. Una prohibición que hace años que dura y que, con toda probabilidad, durará para siempre.
No se trata de una simple recomendación, sino de una orden directa para evitar cualquier tipo de coincidencia, por fortuita que sea. Felipe VI no quiere cruzar su camino con el de su ex cuñado, ni que la imagen de la Corona se vea empañada por una fotografía incómoda en plena temporada estival.

El veto no se limita a las puertas de Marivent. La prohibición se extiende a todo el ecosistema social que rodea a la Familia Real en la isla. Lugares como el prestigioso Club Náutico de Mallorca, donde Urdangarin era una figura habitual en sus años como duque de Palma, le han cerrado sus puertas.
Los restaurantes de lujo y los círculos sociales que antes le recibían con los brazos abiertos ahora se alinean con la postura del Rey, dejando claro que su lealtad está con la institución y no con sus antiguos miembros caídos en desgracia.
Un exilio social que trasciende el divorcio
Esta decisión va mucho más allá del divorcio ya firmado con la infanta Cristina. Es un movimiento estratégico para proteger la imagen de la Corona, un cortafuegos que la reina Letizia ha impulsado con determinación desde que el caso Nóos hizo tambalear los cimientos de la monarquía. La orden de mantener a Urdangarin y Armentia alejados es la culminación de un proceso de distanciamiento que busca aislar cualquier foco de posible escándalo.

La efectividad de la medida es tal que la pareja ha tenido que rediseñar por completo sus planes de verano. Conscientes de que su presencia en las Baleares sería analizada con lupa y que se encontrarían con un ambiente hostil, han optado por destinos alternativos, lejos de los focos que un día anhelaron.
Este exilio social demuestra que, aunque legalmente Iñaki Urdangarin ya no tiene vínculos con la Familia Real, su sombra sigue siendo lo suficientemente alargada como para que Felipe VI tome medidas drásticas.
La relación de los Urdangarin con Felipe y Letizia era excelente hasta que estalló el escándalo. Letizia Ortiz obligó a su hermano a cortar toda relación, no solo con el ex jugador de balonmano, sino también con su propia hermana.
Los veranos también servían para que los nietos visitaran unos días a la Reina Sofía. Este año la reina emérita apenas ha estado unas horas en la isla. La enfermedad de su hermana implica que Sofía quiere estar con ella pero en años anteriores, Letizia solo aceptó que llegaran otros huéspedes hasta que ella y su marido se hubieran ido. La mayoría de veces por separado. En vacaciones privadas con sus respectivos amigos.