El verano es sinónimo de titulares para la Familia Real, pero no siempre por los motivos deseados. Mientras los Reyes y sus hijas mantienen un perfil institucional normal, la sombra de la polémica vuelve a cernirse sobre Zarzuela, y esta vez, el epicentro del seísmo tiene nombre y apellidos.
Se trata de Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón. Su reciente regreso a España, teóricamente para celebrar su cumpleaños en la intimidad, ha acabado convirtiéndose en una crisis que ha agotado la paciencia del mismísimo monarca.
Lejos de la discreción que se le presupone a su estatus, Froilán ha vuelto a demostrar que su presencia es un imán para los conflictos. El exilio dorado en Abu Dabi, orquestado para alejarle del foco mediático y proteger la imagen de la Corona, parece haber servido de poco. El joven anhela sus noches de fiesta en España, y cada vez que pisa suelo patrio, el contador de escándalos se reactiva, poniendo a prueba los nervios de su familia y, en especial, los de su tío, el Rey Felipe VI.

Una noche en Ibiza que desata la tormenta en Zarzuela
El último capítulo de esta saga tuvo lugar en el enclave por excelencia de la fiesta estival: Ibiza. Froilán, disfrutando de la noche en una conocida discoteca de la isla, protagonizó un altercado que no tardó en saltar a los medios. Así lo contamos recientemente en XCatalunya.
Según el testimonio de una joven en el programa TardeAR, el sobrino del Rey exhibió una actitud que muchos testigos calificaron de "prepotente". Al parecer, el joven actuaba como si el local le perteneciera, un comportamiento que culminó en un tenso encuentro.
La testigo relató cómo Froilán le ofreció tomarse una fotografía con él, un gesto que ella declinó. La negativa no sentó nada bien al nieto de Juan Carlos I, quien, según la denunciante, reaccionó de forma desproporcionada. "Me dijo que era una maleducada, que era grosera", explicó la joven, añadiendo que la miró con una expresión "agresiva" que la hizo sentir intimidada.

Aunque no hubo contacto físico, la escena fue lo suficientemente incómoda como para que trascendiera más allá de las paredes de la discoteca, llegando directamente a oídos de la Casa Real.
Felipe VI zanja la cuestión: la llamada que pone a la Infanta Elena contra las cuerdas
Este nuevo episodio, que se suma a un largo historial de peleas y salidas de tono, ha sido la gota que ha colmado el vaso para Felipe VI. El Rey, cuya principal misión desde su proclamación ha sido salvaguardar la reputación de la monarquía con una política de 'tolerancia cero', no ha dejado pasar el incidente.
La indignación en Zarzuela ha sido mayúscula, no tanto por la gravedad del hecho en sí, sino por la constante repetición de un patrón que daña la imagen institucional.

Fuentes cercanas a palacio aseguran que, tras conocer los detalles, Felipe VI se puso en contacto de forma inmediata con su hermana, la Infanta Elena. La conversación fue breve pero contundente. El monarca le exigió que tomara medidas drásticas y pusiera fin, de una vez por todas, al comportamiento de su hijo.
Un ultimátum en toda regla que sitúa a la Infanta en una posición extremadamente delicada. Ella, que siempre ha intentado mediar y excusar las acciones de Froilán, se encuentra ahora entre la espada de la autoridad real y la pared de la conducta de su primogénito. El descontrol es evidente. Muchos se preguntan, ¿qué hubiera pasado si Juan Carlos I hubiera aceptado que Elena fuera su heredera?
Durante la redacción de la Constitución se le propuso al entonces monarca un cambio para eliminar la preferencia del varón en la sucesión a la corona. Él se negó. Según varios expertos, no veía a Elena capacitada para reinar.