Dos mujeres sonrientes en primer plano con un rayo rojo entre ellas y una casa de fondo

Desesperación de la Infanta Elena: Le pide algo a Felipe VI, Letizia no cede

La primogénita de Juan Carlos I libra una batalla personal pero se topa con la férrea postura de los Reyes

La relación entre un padre y una hija a menudo trasciende la lógica y el protocolo. En el caso de la Infanta Elena, este vínculo se ha convertido en una misión casi a tiempo completo, un puente aéreo de lealtad y preocupación que conecta Madrid con Abu Dabi. La relación entre ambos siempre ha sido muy buena aunque hay una anécdota que deja bien claro lo que piensa Juan Carlos sobre su hija mayor.

Los ponentes de la Constitución plantearon al Rey la opción de eliminar la prioridad del varón en la sucesión a la Corona. Juan Carlos I ni se lo pensó. Se negó a ello. No veía capacitada a su hija para reinar.

En los últimos meses, cada viaje de ida y vuelta está cargado de una angustia creciente, la de una hija que ve cómo el tiempo se agota para su padre, el Rey Juan Carlos I, y que ha decidido tomar cartas en el asunto, cueste lo que cueste.

Una familia posando para una fotografía en blanco y negro con un fondo liso.
Familia Real con los eméritos y los hijos muy jóvenes | Reddit

La situación ya no es un secreto a voces, sino una realidad palpable que Elena constata en cada visita. La imagen pública del emérito, apoyado en su bastón, es solo la punta del iceberg de un deterioro que avanza sin tregua  y que preocupa profundamente a su círculo más íntimo.

La salud del emérito, un reloj que corre en contra

El diagnóstico médico es un reflejo de su fragilidad. Una artrosis severa que ha limitado drásticamente su movilidad hasta el punto de que una de sus piernas apenas responde. Los médicos han insistido en la necesidad de utilizar una silla de ruedas de forma permanente, pero el orgullo del que fuera Jefe de Estado durante casi cuatro décadas se impone. Se niega a proyectar una imagen de debilidad ante las cámaras, aferrándose al bastón como último símbolo de su entereza.

Pero los problemas no son solo óseos. El emérito vive con un marcapasos que regula su corazón y, según informa En Blau, su memoria empieza a fallar. Episodios de desorientación, nombres que se escapan y anécdotas que se desvanecen en el aire han encendido todas las alarmas. Un deterioro que niegan otras fuentes, como Pilar Eyre, una de las mayores expertas en la Casa Real.

Una mujer tocando la frente de un hombre mayor mientras otras personas observan.
La Infanta Elena con su padre, Juan Carlos I | El Mundo

El orgullo del padre frente al deber del hijo

En medio de este delicado panorama personal, la relación entre Juan Carlos I y su hijo, el Rey Felipe VI, se encuentra en uno de sus puntos más bajos. La tensión no es nueva, pero el último episodio ha reavivado las brasas del distanciamiento. La decisión del emérito de demandar a Miguel Ángel Revilla por unas declaraciones sobre el dinero que supuestamente tenía en el extranjero fue la gota que colmó el vaso.

Desde Zarzuela, Felipe VI le pidió que retirara la demanda, un intento de evitar otro escándalo que salpicara a la Corona. La negativa de su padre fue rotunda, un acto de defensa de su honor que su hijo interpretó como una imprudencia que anteponía el orgullo personal al deber institucional. Este choque ha enfriado aún más los lazos, creando un muro de silencio entre ambos.

La súplica de Elena y el muro de Zarzuela

Es en este campo de batalla familiar donde la Infanta Elena ha decidido intervenir. Actuando como mediadora y portavoz del dolor paterno, ha acudido directamente a su hermano. Su petición es clara y desesperada: que perdone, que deje a un lado el rencor y piense más como hijo que como Rey.

Le ha suplicado que permita el regreso de su padre a España para que pueda vivir sus últimos años en su país y no en la soledad de un exilio dorado.

Una mujer de cabello corto y canoso frente a un edificio de ladrillo con árboles alrededor.
Infanta Elena | YouTube, XCatalunya

Sin embargo, en la ecuación de Zarzuela hay una variable inamovible: la Reina Letizia. Aunque la decisión final recae en Felipe VI, la influencia de la Reina en la protección de la imagen de la monarquía es fundamental.

Doña Letizia es consciente de que cualquier concesión al emérito puede ser interpretada como una debilidad y reabrir heridas en la opinión pública. Su postura, según se comenta en círculos periodísticos, es firme: la estabilidad de la Corona es la máxima prioridad. A todo esto hay que sumar la profunda animadversión que siente Letizia por su suegro. Una animadversión que, por otra parte, es mutua.

De momento, la única concesión que Elena ha logrado es un pequeño paso intermedio. Felipe VI ha accedido a que su padre se instale en Cascais (Portugal), una solución que lo aleja de los miles de kilómetros de Abu Dabi, pero que no supone su regreso definitivo a España. Un movimiento que acerca geográficamente al padre, pero que mantiene la distancia emocional e institucional.

La Infanta Elena no ceja en su empeño. Sabe que el tiempo es su mayor enemigo y cada día que pasa es una oportunidad perdida. ¿Logrará su ruego de hija ablandar la postura de un Rey atrapado entre el deber y el sentimiento familiar?