España atraviesa un momento económico donde los jóvenes se sienten con derecho a más. Las reformas laborales y el repunte del empleo a tiempo completo han mejorado ciertos indicadores. Sin embargo, los salarios apenas han acompañado el ritmo de la inflación y los precios de la vivienda han alcanzado cotas históricas.
El coste del alquiler se ha disparado un 95 % en la última década, frente a un incremento salarial de solo el 33 % entre los 24 y 35 años, ampliando la brecha económica entre promesas y realidad. Mientras tanto, el déficit estructural de vivienda persiste: entre 2022 y 2025 se estima un faltante acumulado de entre 450 000 y 600 000 viviendas en España. Este desequilibrio entre oferta y demanda ha elevado los precios de venta y alquiler, en algunas zonas hasta un 15 % anual.
Las protestas por el derecho a la vivienda han tomado fuerza: en abril de 2025, decenas de miles se movilizaron en 40 ciudades españolas para denunciar las políticas inmobiliarias ineficaces. Además, expertos como Jaime Palomera advierten que, sin control del alquiler, el acceso a la vivienda dependerá más de herencias que de méritos laborales, lo que amenaza la cohesión social.

La fiscalidad que despierta indignación en los jóvenes
En medio de esta tormenta de precios y precariedad, cobra relevancia un problema menos visible: el tratamiento fiscal del IRPF para trabajadores con dos empleos. Según Gonzalo Bernardos, para quienes cobran entre 18 000 y 21 000 € con dos trabajos, resulta una “grandísima injusticia” tener que pagar IRPF, cuando un solo pagador estaría exento hasta los 22 000 €. Esta situación no solo refleja una brecha normativa, sino una contradicción moral: muchos jóvenes se esfuerzan realizando dos actividades laborales, y aun así son penalizados por hacerlo.
Bernardos asegura que, pese a haber trasladado la cuestión a formaciones políticas como PP y PSOE, la respuesta ha sido inacción: “Me han dicho que lo estudiarán. ¿Y sabes qué van a hacer? Nada”.
Una visión del esfuerzo generacional: se cumplió con las expectativas
Las últimas generaciones han crecido con acceso a educación superior y amplias oportunidades académicas. No obstante, sienten que la sociedad no ha cumplido con ellas. Han estudiado y se han formado, pero hoy no se valora ese esfuerzo como antes, en parte por la competencia global y un modelo neoliberal que desplaza industria a países con salarios bajos.

Este desencanto se potencia por un cambio en el modelo económico. Antes predominaba un paradigma socialdemócrata; desde hace 40 años predomina el neoliberal, marcando una competencia constante con países de menores costes laborales. El resultado: expectativas frustradas en un entorno menos protector.
Una injusticia que exige reflexión y acción
El análisis de Bernardos apunta más allá de una crítica fiscal. Es un diagnóstico del desencanto de quienes sienten que han cumplido el pacto social y la sociedad no ha respondido. La presión del alquiler, sumada a la doble carga laboral fiscalizada, alimenta un clima de frustración.