En el aparentemente tranquilo universo de las casas reales europeas, donde la diplomacia suele discurrir bajo estrictos protocolos y silencios medidos, un simple gesto digital ha despertado sorpresa y especulaciones. El movimiento de la Casa Real española en redes ha llamado la atención, no solo entre sus empleados, sino también en los cada vez más atentos círculos de seguimiento monárquico digital.
Todo comenzó con un hecho que, en otras circunstancias, habría pasado desapercibido. El perfil de Instagram de Buckingham Palace estuvo, durante un tiempo, siguiendo una cuenta no verificada que se hacía pasar por la Casa Real española.

La confusión se mantuvo hasta que Zarzuela, en junio de 2024, lanzó oficialmente su cuenta institucional en la plataforma. Fue entonces cuando la monarquía británica corrigió el error y comenzó a seguir el perfil auténtico, generando un revuelo interno que obligó a revisar y ajustar el protocolo de seguimiento digital. Según ha podido saber Monarquía Confidencial, este episodio encendió las alarmas entre los empleados de la Corona británica, conscientes de la creciente importancia de la diplomacia digital en el siglo XXI.
La Casa Real española hace que los empleados de la Corona británica rectifiquen
Pero el movimiento británico no fue el único que ha dado de qué hablar. En paralelo, ha llamado la atención la postura de la Casa Real Noruega, que mantiene una discreta distancia digital con la monarquía española.
A diferencia de otras casas reales que han comenzado a mostrar un acercamiento institucional en redes, el perfil noruego en Instagram aún no sigue a la cuenta española. Abierta recientemente por Zarzuela.

Este detalle, que podría parecer trivial, no ha pasado desapercibido entre los observadores del ecosistema digital monárquico. Donde el acto de seguir a otra institución suele interpretarse como un gesto de cortesía y reconocimiento protocolario.
No todas las cuentas de las casas reales se siguen
En contraste, las casas reales de Bélgica y Dinamarca han optado por una estrategia distinta: ninguna sigue a otro perfil. Lo que algunos analistas interpretan como una forma de neutralidad institucional o incluso una postura deliberada de no participación activa en la red de seguidores.
Este tipo de interacciones en las redes sociales, aunque superficiales en apariencia, ponen de manifiesto cómo las monarquías europeas están adaptando sus estrategias de comunicación al entorno digital. Un simple "seguir" o "no seguir" puede enviar un mensaje diplomático sutil pero significativo, y en este terreno, los gestos simbólicos adquieren un peso inesperado.