Los Mossos d'Esquadra investigan la muerte de un hombre de 65 años en la zona de la Fosca de Palamós (Baix Empordà), mientras hacía un ritual satánico en el que ha decapitado a varias gallinas como ofrenda. En concreto, según informan fuentes municipales, la víctima se ha localizado sin vida en una cala de rocas cerca del camino de ronda entre el castillo de Sant Esteve de Mar y el pinar de Gori.
Según fuentes del cuerpo policial, el hombre se desmayó y empezó a convulsionar, tras una discusión con su pareja. El SEM ha intentado reanimarle sin poder salvarle la vida. No existen indicios de criminalidad y se espera a los resultados de la autopsia para poder determinar la causa de la muerte.
En el momento de los hechos, le acompañaban su esposa y dos hijas, que dieron el aviso del incidente cuando pasaban pocos minutos de las cinco de la madrugada. Hasta el lugar del incidente se desplazaron efectivos del SEM, la Policía Local de Palamós y tres patrullas de los Mossos d'Esquadra.
Una práctica que se ha extendido en los últimos años
Los rituales con gallinas decapitadas son una práctica que ha generado controversia y preocupación tanto por sus implicaciones éticas como por los riesgos asociados. Este tipo de rituales, comúnmente vinculados a prácticas de santería y otros sistemas de creencias esotéricas, implican el sacrificio de animales, frecuentemente en espacios públicos como vías de tren, parques y puentes. Incluso zonas costeras como el caso de Palamós.
Uno de los peligros más evidentes de estos rituales es el maltrato animal. La decapitación de gallinas y otros animales en estos contextos es vista como un acto de crueldad y barbarie. Organizaciones defensoras de los derechos de los animales han señalado que estas prácticas no solo causan un sufrimiento innecesario a los animales, sino que también envían un mensaje negativo sobre el respeto hacia la vida animal.
Además del maltrato animal, existe un riesgo significativo para la salud pública. Los restos de animales sacrificados, que a menudo se dejan expuestos en lugares públicos, pueden convertirse en focos de infección y atraer a otros animales, propagando enfermedades. Esto es especialmente preocupante en áreas urbanas densamente pobladas, donde la acumulación de restos puede afectar negativamente la higiene y el bienestar de la comunidad.