Durante las últimas décadas, Catalunya ha experimentado un declive alarmante en su capacidad productiva agrícola. Entre los años 1999 y 2024, el territorio ha perdido más del 57% de su superficie hortícola, pasando de más de 20.000 hectáreas a apenas 8.800. Una situación crítica que se ve agravada por la reducción en el número de explotaciones agrarias, que ha caído un 32% en ese mismo período.
El descenso no solo se mide en superficie, también en volumen: si hace 25 años se cultivaban más de 126 millones de kilos de tomates, hoy apenas se alcanzan los 36 millones. Todo esto sucede en un contexto de aumento poblacional —Catalunya ha pasado de 6 a 8 millones de habitantes— y de consumo de productos frescos, que se incrementa año tras año.

Frente a esta situación, las recientes movilizaciones de agricultores bajo la llamada "revolución pagesa" han visibilizado la frustración de un sector cada vez más asfixiado por la burocracia, la falta de rentabilidad y la ausencia de relevo generacional.
Un modelo de negocio en crecimiento continuo
En este escenario, una empresa familiar que ya es referencia en la alimentación saludable sigue creciendo a ritmo de doble dígito. Se trata de Ametller Origen, que en el último año ha alcanzado una facturación de 681 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 23%. Con más de 1,2 millones de clientes, 146 tiendas y cerca de 4.700 trabajadores, la compañía se ha posicionado como un actor clave en el mercado agroalimentario catalán.
Buena parte de su éxito reside en su modelo de integración vertical, que combina la producción propia con la distribución directa en sus establecimientos. Actualmente, más del 40% de los productos que comercializa la firma provienen de cultivos propios, y su cuota de mercado alcanza cifras destacadas en frutas y verduras específicas, como la bleda (53,39%) o la alcachofa (23,10%).

El problema de fondo: ¿quién alimentará a las ciudades?
La desconexión entre el mundo rural y los consumidores urbanos es cada vez más evidente. Como señalan voces autorizadas del sector, “la gente de ciudad no reconoce quién los alimenta, como si todo saliera de la bolsa del supermercado”. Esta percepción, sumada al deterioro de las condiciones laborales del agricultor, ha generado una crisis estructural en el campo que muchos ven como irreversible.
Pero no todos han tirado la toalla. Desde hace tiempo, ciertos actores del sector vienen apostando por modelos innovadores que combinan sostenibilidad, tecnología y una revalorización del trabajo agrícola. En esa línea, se inscribe el próximo movimiento de Ametller Origen.
Una apuesta disruptiva para reinventar el campo catalán
La empresa dirigida por Josep Ametller acaba de anunciar la creación de un hub agroalimentario en Mont-roig del Camp, en la provincia de Tarragona. Con una inversión récord de 50 millones de euros —la mayor en la historia del sector hortícola en Catalunya—, este nuevo centro contará con 100 hectáreas de superficie, 50 de las cuales estarán dedicadas a invernaderos tecnificados.
El proyecto, que comenzará a construirse en los próximos meses, aspira a ser un referente en eficiencia energética, reducción de huella hídrica y seguridad alimentaria. Incorporará cultivos hidropónicos, laboratorios, salas de cata y un centro logístico desde donde saldrá toda la producción empaquetada. Se espera que entre en funcionamiento a principios de 2027 y genere 500 nuevos empleos.
Lejos de ser una simple ampliación empresarial, este hub se plantea como un intento de cambiar el paradigma hortícola catalán. Una apuesta ambiciosa que, en palabras del propio Josep Ametller, busca “ganar músculo productivo para adaptar el modelo al crecimiento futuro sin renunciar a la sostenibilidad ni a la calidad”.
En un momento en el que el campo pide auxilio, esta inversión se convierte en una declaración de intenciones: el futuro de la agricultura catalana puede escribirse con innovación… si hay voluntad para ello.