En un fin de semana de gran intensidad emocional, Xavier Grasset, el rostro informativo de TV3 y conductor de La selva, celebraba uno de los momentos más conmovedores de su vida: ver a su hija Anna bailar en público. El periodista, natural de Vila‑seca, con raíces entre Tarragona y Reus, compartió en Instagram imágenes de la muestra de fin de curso en la academia D’iDansa Centre de Dansa d’Ivette Saez.
Más allá de la profesionalidad de Grasset, lo que llama la atención es cómo ha sabido equilibrar su vida pública con un proyecto familiar en Reus. La elección de vivir allí no es casual: su esposa, Anna Maria Vilella, es abogada en la ciudad y desde hace años ha consolidado una rutina familiar consistente. Anna y su hermano gemelo Bernat, ambos de 16 años, están creciendo en un entorno que prioriza lo cultural y lo emocional.
Debut como bailarina
La noche en cuestión tuvo lugar en Reus, donde Anna protagonizó la muestra final de la academia de danza. A través de la cuenta de Instagram de Xavier Grasset se vieron instantáneas de momentos luminosos. Anna en foco, con la mirada concentrada y el rostro reflejando esa mezcla de orgullo y esfuerzo que solo dejan las tablas. Según fuentes de los organizadores, el espectáculo congregó a la comunidad local, incluidos compañeros, padres y seguidores del programa La selva.
En las redes, mensajes de cariño y reconocimiento inundaron el post del periodista, que no tardó en expresar su emoción en forma de emoji y breve reflexión. Nada sensacionalista, solo paternidad emotiva y pública, sin artificios.
Cuidado familiar
Desde entrevistas previas, Grasset ha dejado claro que su prioridad son sus hijos y que desea ser un padre firme, pero cariñoso. Con su cambio al programa de tardes, ha podido aprovechar los fines de semana para estar con Anna y Bernat, fomentando intereses culturales como viajes, cine, conservatorio... También confesó cómo comparten cenas y momentos de familia, frente a aquella relación de distancia que mantenía cuando su horario complicado apenas dejaba espacio para las pequeñas rutinas familiares.
Este ánimo de compartir tiempo de calidad es visible ahora en las publicaciones. Anna, desde joven, ha mostrado sensibilidad artística, y el hecho de que haya elegido la danza como vía de expresión añade profundidad a una familia que siempre ha valorado la cultura.
El Nacional firmó un reportaje en mayo que detallaba el momento clave del evento, evocando la influencia maternal: “Anna, de 16 años, igual que su madre”. Es curioso como este tipo de noticias impactan en un nicho entre lo familiar, lo local y lo mediático, generando empatía real entre los seguidores.
Un nuevo capítulo artístico
Anna Grasset no ha protagonizado portadas por un escándalo, sino por un talento real que emerge en un contexto familiar sólido. La disciplina, la pasión y el respaldo de un padre presente, equilibrado y emocionalmente consciente, revelan una historia familiar que combina lo cotidiano con lo humano. Es un ejemplo de crianza atenta sin caer en un paternalismo blando. Más bien, en un apoyo que fomenta el crecimiento auténtico.