Cuando Elena Gadel relató en "El Búnquer" que en Mar i cel tubo que morir de pena, era necesario entender el contexto para saber si se refería a que sintió vergüenza, o al significado más literal. Más bien fue una mezcla entre las dos. La actriz no halló la cruz que debía usar como puñal improvisado y, sin ese elemento, se desplomó en un llanto tan profundo que acabó "matando" así a su personaje.
Escena memorable
Según el relato, el personaje de Gadel debía usar la cruz que llevaba el personaje de Saïd como instrumento para su propia muerte dramática. Cuando no la encontró —quizás por un error técnico, uno de tantos posibles en montajes en vivo— Gadel optó por canalizar ese desconcierto en su papel.
El resultado fue un colapso emocional que le permitió cumplir con la dramaturgia, aunque no siguiendo la premisa del regidor de la obra, que le había sugerido que se girara y falseara la escena sin la cruz de todas formas. Ella, al no entender lo que le estaba diciendo, buscó otro recurso igualmente exitoso.

La naturalidad como sello de Gadel
No es la primera vez que Gadel brilló por su honestidad escénica. Ganadora del premio Butaca por este musical, siempre se ha destacado por transmitir verdad en sus interpretaciones. Este momento refuerza esa imagen de profesional entregada. En el programa de Catalunya Ràdio, su relato sencillo, sin dramatismos añadidos, subrayaba precisamente la transparencia emocional que tanto se valora en el teatro.
El musical Mar i cel, basado en la novela de Blai Bonet, fue adaptado por la compañía Dagoll Dagom y se estrenó originalmente en los años ochenta. En 2005, Elena Gadel asumió el papel principal, consolidándose como una de las voces más destacadas de la escena teatral catalana. Su interpretación fue tan impactante que le valió el premio Butaca al Mejor Musical ese año.
Más allá de la anécdota
Este reconocimiento no se centró únicamente en su voz, sino en su capacidad para transmitir una carga emocional propia de alguien que se involucra con el personaje hasta el límite. Su presencia en el escenario era considerada un "enlace poético" entre música, texto y emoción, según reflejan varias crónicas teatrales del momento. Esa mirada profunda y una entrega total justifican por qué un fallo en escena —como no encontrar la cruz— pudo convertirse en un colapso emocional tan auténtico.

Desde un punto de vista artístico, lo ocurrido en escena es un recordatorio de cómo la improvisación puede reforzar la narrativa. Gadel no solo improvisó, sino que transfirió una emoción auténtica al personaje.