El Palacio de Marivent, con sus vistas al Mediterráneo, se convertía en el escenario de una tradición que buscaba proyectar normalidad y cercanía de la Familia Real. Sin embargo, este año, los muros del palacio guardan una tensión silenciosa, marcada por la tristeza y una obligación que pesa más que nunca.
Una petición directa desde Zarzuela ha puesto en jaque la frágil paz estival, colocando a la Reina Letizia en una posición tan incómoda como inevitable.
Giro a última hora de la Reina Sofía
Por primera vez en más de cuarenta años, la Reina Sofía no tenía intención de pisar Mallorca. Su decisión, meditada y profundamente personal, respondía a la única prioridad que ocupa su mente y su corazón: su hermana Irene de Grecia.

El estado de salud de la princesa es extremadamente delicado. Fuentes cercanas al entorno de la emérita describen un deterioro cognitivo avanzado, una situación que ha sumido a Sofía en una profunda desolación. La idea de abandonar a su hermana, su compañera de vida en Zarzuela, para cumplir con la agenda estival era, sencillamente, impensable.
Sin embargo, la Corona impone sus propias reglas. La ausencia de la Reina emérita en el tradicional posado con las autoridades baleares, un acto institucional clave, era un vacío que Casa Real no estaba dispuesta a permitir. Fue necesaria una llamada personal del Rey Felipe VI a su madre.
El siguiente paso
La petición de Felipe VI, no obstante, no terminaba ahí. La verdadera directriz, la que ha resonado con fuerza en los pasillos de Marivent, es la que involucra directamente a la Reina Letizia. Desde Zarzuela se ha transmitido la necesidad de organizar una salida pública que reúna a la Reina Sofía con su nuera y sus nietas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía. No se trata de un encuentro espontáneo, sino de un acto milimétricamente calculado: un paseo por un mercadillo local o una calle emblemática de Palma.

El objetivo es claro: proyectar una imagen de unidad familiar sólida y cohesionada, algo que la opinión pública lleva años cuestionando. Esta exigencia de escenificar una armonía familiar trae a la memoria momentos de tensión pasados, como el recordado desencuentro en la Catedral de Palma en 2018.
Para la Reina Letizia, conocida por su celo en proteger su intimidad y la de sus hijas, esta imposición de un "paripé" público con su suegra supone un verdadero jarro de agua fría. Se ve obligada a participar en una representación que, dadas las circunstancias personales de la Reina Sofía y la historia de su relación, se antoja forzada y artificial.
Estrategia habitual cada vez menos efectiva
La insistencia de Casa Real en esta fotografía no es casual. Responde a una doble estrategia. Por un lado, se busca silenciar cualquier rumor sobre desavenencias internas, presentando un frente unido en un momento delicado.

Por otro, se cumple con la exigencia no escrita del Govern Balear, que cede el uso de Marivent a cambio de que la monarquía genere visibilidad y promoción turística para la isla. La imagen de tres generaciones de la realeza paseando por Mallorca es una herramienta de marketing demasiado valiosa como para renunciar a ella. No obstante, es una estrategia que cada vez es menos rentable. La gente está más informada y la prensa no oculta informaciones sensibles como antaño.
El pulso entre el deber institucional y el dolor personal está servido. En los próximos días veremos si la imagen de unidad se impone finalmente o si, por el contrario, la realidad de una familia marcada por la tristeza termina por quebrar el guion de Zarzuela. ¿Aceptarán Sofía y Letizia?