Desde su alejamiento de la Corona en 2020 y su reubicación en Montecito (California), el príncipe Harry y Meghan Markle han proyectado una imagen de autonomía económica. No obstante, recientemente esta narrativa ha sido puesta en entredicho con insistencia por analistas británicos y medios estadounidenses.
Recortes y reestructuración
Hace apenas días, el programa Royal Exclusive entrevistó a la periodista Esther Okraku, quien cuestionó directamente la veracidad del discurso de independencia de los duques de Sussex. Según Okraku, la pareja no habría generado “de ninguna manera” la fortuna con la que acreditan gestionar su acomodada vida. Las comparaciones con su hermano, el príncipe Guillermo —que publica sus ingresos del Ducado de Cornualles y sus tributaciones— han avivado aún más el debate.
Fuentes de Page Six han apuntado a una reducción significativa de personal como respuesta a dificultades económicas. Se reporta que despidieron a buena parte del equipo de comunicación en EE. UU., externalizando ahora esos roles para recortar costos. Especialistas afirman con crudeza: “No es estrategia, es supervivencia… California no acepta coronas a crédito”.

Estas noticias coinciden con la cercanía al fin del lucrativo contrato de 100 millones de dólares que firmaron con Netflix en 2020. Según AS US, su principal fuente de ingresos ha dependido de esa alianza y del acuerdo con Spotify, por lo que la proximidad de su conclusión genera incertidumbre.
Inconsistencias en la fundación Archewell
Más allá de sus proyectos mediáticos, la fundación Archewell enfrenta sus propios retos. En junio de 2024, el fiscal general de California incluyó a la ONG en una lista de morosos por retrasos administrativos, aunque sus responsables justificaron estos problemas como meros “errores de envío” del cheque. Además, aunque en 2023 recaudó 5,7 millones de dólares, solo destinó 1,3 millones a causas benéficas, lo que ha levantado suspicacias.
Desde su salida oficial en enero de 2020 —el conocido Megxit— Harry y Meghan dejaron de recibir fondos del Ducado de Cornualles y de la Subvención Soberana, que cubrían sus actividades reales. Ese paso derribó el modelo tradicional de financiación real, apoyándose desde entonces en contratos privados y su marca “Sussex Royal”.

El “Megxit” y el camino a la independencia
El contraste es evidente: mientras Guillermo publica abiertamente sus cuentas y tributa sobre su fortuna real, Harry y Meghan optan por la discreción. Sus interlocutores afirman que esta opacidad fomenta sospechas sobre su verdadera capacidad productiva. Al mismo tiempo, las decisiones recientes —como los recortes de plantilla— se interpretan más como una necesidad que como una estrategia de sostenibilidad.
Para despejar dudas, los analistas sugieren una mayor transparencia contable, especialmente sobre las fuentes de ingresos, y la publicación anual de estados financieros de sus fundaciones y proyectos. Además, aconsejan que Harry y Meghan informen al público acerca de los nuevos convenios mediáticos que firmen una vez concluyan sus contratos activos con Netflix y Spotify.
Una vez extinguidos los contratos claves para su autosuficiencia, esta puede correr riesgos de fallida. Mientras los duques siguen desplegando su narrativa de libertad financiera, crece el escrutinio sobre cómo financian su estilo de vida. El alto nivel de vida, los viajes y el equipo de trabajo pesan más conforme pasan los meses sin un gran contrato en vigor.