Una mujer de cabello oscuro y expresión seria está al lado de un emoji rojo de enojo, con un fondo de árboles y un edificio.

La nueva manía de Letizia Ortiz que genera revuelo en Zarzuela... y cuesta dinero

La obsesión por la perfección de la Reina española alcanza niveles insospechados... Juan Carlos I ya avisó

La imagen pública de la Reina Letizia es la de una mujer impecable, perfeccionista y siempre en control de cada detalle. Sin embargo, lo que para muchos es una virtud de cara a la galería, parece haberse convertido en una fuente de tensión de puertas para adentro. En los últimos tiempos, ha trascendido que su afán por el orden y la pulcritud ha escalado a un nivel que muchos califican de obsesivo, generando un ambiente de alta presión en el Palacio de la Zarzuela.

Lejos de ser un simple capricho, esta fijación por la limpieza se ha transformado, según fuentes cercanas a palacio, en una manía que rige el día a día de la residencia real. La convivencia, aseguran, se ha vuelto más complicada bajo el yugo de una exigencia que no conoce límites y que pone a prueba la paciencia del propio personal que trabaja para la Familia Real.

Un protocolo de limpieza casi quirúrgico

La exigencia de Letizia Ortiz ha llevado a la implementación de un protocolo de limpieza extraordinariamente riguroso que no deja margen para el más mínimo error.

Una pareja caminando frente a un edificio elegante.
Felipe VI y Letizia | Casa Real, XCatalunya

No se trata solo de mantener las estancias presentables; el objetivo es alcanzar un estado de asepsia casi total que roza lo enfermizo. Esta situación, según se informa, ha contribuido a una notable rotación en el personal de servicio, incapaz de soportar la constante presión.

Las normas son claras y específicas. Los suelos antiguos del palacio, por ejemplo, no pueden tocarse con productos líquidos que puedan deteriorarlos. Su limpieza se realiza exclusivamente con mopas secas y un captador de polvo. En los cuartos de baño, la orden es utilizar bayetas suaves, no abrasivas, para no dañar el esmalte de los sanitarios, junto con desinfectantes específicos que erradiquen cualquier germen sin dejar residuos.

El polvo es considerado el enemigo público número uno. Para combatirlo, los equipos de limpieza deben usar aspiradoras con tubos telescópicos capaces de alcanzar hasta el último rincón de las cornisas y estanterías. La directriz es clara: ni una sola mota de polvo es tolerable. A estas medidas se suma una de las reglas más comentadas: cualquier objeto de más de dos centímetros que se encuentre en el suelo debe ser recogido de manera inmediata.

Una mujer hablando en un podio durante un evento de Google.org y ciber voluntarios.
La Reina Letizia | Reina Letizia

El coste oculto de una imagen impoluta

Esta obsesión por el control no solo se refleja en la limpieza, sino también en la seguridad del personal. Los empleados deben pasar por un escáner de rayos X, similar al de los aeropuertos, y dejar sus dispositivos electrónicos en una taquilla antes de comenzar su jornada, limitando su comunicación con el exterior.

Si bien no se puede cuantificar el coste exacto de esta "manía", es evidente que un protocolo tan exhaustivo tiene implicaciones económicas. El uso de productos específicos, la necesidad de un equipo numeroso y la alta rotación de personal, que implica constantes procesos de selección y formación, suponen un gasto considerable que se suma al mantenimiento general de la Zarzuela.

Más allá del dinero, el verdadero coste podría ser el ambiente que se respira en la que, además de ser una institución, es el hogar de la Familia Real. La búsqueda incesante de una perfección inalcanzable parece estar generando más tensiones que armonía.