La monarquía británica atraviesa un momento de alta tensión. El reciente distanciamiento entre el rey Carlos III y el príncipe Harry ha levantado sospechas sobre el testamento del monarca. En medio de este cruce de acusaciones y silencio institucional, emerge una figura clave: Camilla Parker Bowles. La reina consorte estaría aprovechando la grieta creciente para asegurarse un rol predominante en la herencia real… y beneficiar a su hijo, Tom.
Un desencuentro que trastoca herencias
Todo comenzó con las declaraciones de Harry a la BBC en mayo, donde reveló que el estado de salud de su padre era “crítico” y sugirió que el final estaba cerca. El rumor encendió las alarmas: Carlos reaccionó bloqueando el regreso de Harry a Reino Unido y, según fuentes internas, decidió cercenar su parte del testamento como medida de castigo.
Ese giro marcó un precedente: con el heredero menor fuera del panorama, la porción vacante se redistribuye entre otros herederos. Y, según la prensa, Camilla observa desde la primera fila cómo su porcentaje aumenta sustancialmente frente a la negativa de Casa Real de ceder espacio a Harry.

La reina en la sombra
Diversos medios señalan que Camilla ha influido indirectamente en Carlos para que modifique su testamento y limite la parte de Harry al mínimo permitido por ley. Al alentar este recorte, Camilla pretende fortalecer la parte que le corresponde por derecho y, en última instancia, favorecer el futuro financiero de su hijo Tom.
Al mismo tiempo, su estrategia dista de implicarse públicamente: mantiene la distancia del conflicto padre hijo, aunque sus movimientos tras bambalinas son objeto de especulación.
Tom Parker, inesperado beneficiario
Tom Parker Bowles, hijo de Camilla, no es príncipe, pero su posición mediática crece. Crítico gastronómico de renombre, ha estrechado lazos con Buckingham y acompaña a su madre en actos oficiales. Según la prensa europea, podría ser el principal receptor indirecto de la riqueza acumulada de Carlos III. Con el veto a Harry y la redistribución a favor de leales al núcleo Windsor, el patrimonio familiar —propiedades, obras de arte, fondos privados— podría reforzar su patrimonio.

Aunque en la tradición británica no se puede desheredar completamente a un hijo, sí existen márgenes para limitar su herencia al mínimo legal. Es ahí donde actúa Camilla. La clave radica en presionar para que Carlos revise su testamento y allegue una porción sustancial a quienes considera merecedores, así como a su propio hijo.
Silencio oficial
Con la salud de Carlos III en entredicho —la presencia de cáncer aún acecha— este cambio de última hora en el reparto adquiere una mayor urgencia y dramatismo.
Desde Buckingham no hay confirmaciones oficiales sobre el testamento. Camilla guarda silencio, mientras expertos reales la describen como “firme” y reacia a intervenir en el conflicto, aunque su influencia personal sigue siendo un tema candente.

Al mismo tiempo, Camilla refuerza su rol público: acompaña a Carlos en actos oficiales, y se nota su presencia constante en tareas institucionales, lo que refuerza su legitimidad como consorte en una etapa compleja.
¿Qué nos depara el epílogo?
La historia no termina aquí. A medida que los procesos legales, de salud y mediáticos avanzan, los movimientos en torno al testamento pueden reconfigurar el mapa de poder al interior de Windsor. El reparto de la herencia se ha convertido en un episodio más de la saga real, donde tradición, estrategia y sensibilidad familiar se entrelazan con implicaciones financieras. Harry y Meghan aún pueden actuar para revertir la situación.