La historia entre los duques de Sussex y la familia real británica no deja de sumar capítulos cada vez más tensos y simbólicamente dolorosos. Tras su salida de la monarquía y el traslado a Estados Unidos, Harry y Meghan han intentado marcar distancia con la institución.
Sin embargo, este vínculo parece estar rompiéndose de manera definitiva. Las últimas decisiones del rey Carlos III han generado un fuerte impacto dentro y fuera del Reino Unido. Las señales de distanciamiento ya eran evidentes desde hace meses, pero ahora han tomado forma concreta en medidas que afectan directamente a los pequeños.
Un muro entre Windsor y Montecito
Según diversas fuentes cercanas al palacio, el monarca habría ordenado retrasar —de forma deliberada— la entrega de pasaportes británicos para Archie y Lilibet. Aunque no hay un comunicado oficial, el entorno de los Sussex lo considera una maniobra clara para dificultar cualquier acercamiento formal de los niños al país de origen de su padre.

Archie nació en el Reino Unido, pero Lilibet nació en Estados Unidos y, hasta ahora, no ha pisado suelo británico. Esta decisión complica todavía más su vínculo con la nación de la que descienden por línea directa, y plantea una cuestión delicada sobre su estatus dentro de la familia real. Una familia que, desde la llegada de Carlos al trono, parece haber definido nuevos límites.
Carlos III impone su nuevo modelo monárquico
Desde el inicio de su reinado, Carlos III ha dejado clara su intención de reducir el número de miembros activos dentro de la Casa Real. Quienes viven fuera del país y han renunciado a sus funciones, como es el caso de Harry y Meghan, han quedado automáticamente al margen de las obligaciones… y de los privilegios.

En este contexto, no reconocer oficialmente a Archie y Lilibet como miembros vinculados a la institución sería coherente con esa estrategia de “monarquía funcional” que el rey quiere implantar. Una estructura centrada solo en los miembros que mantienen una dedicación activa y presencial a las labores reales.
¿El apellido Spencer como símbolo de ruptura?
Ante esta situación, fuentes cercanas a los Sussex aseguran que Meghan y Harry estarían considerando una alternativa que marcaría un giro absoluto: que sus hijos adopten el apellido Spencer. Un gesto cargado de simbolismo, ya que sería un homenaje directo a la madre del príncipe Harry, la recordada princesa Diana.
Renunciar al apellido Mountbatten-Windsor y adoptar el de Spencer supondría romper oficialmente con la estructura nobiliaria tradicional de la familia real británica. Pero al mismo tiempo, sería una manera de preservar su legado familiar por otra vía, desligada de las decisiones del rey.
Una medida que reabre heridas
La posibilidad de que los hijos de Harry y Meghan no solo queden fuera del núcleo de la monarquía, sino que también pierdan el derecho a su identidad legal como británicos, ha reabierto el debate sobre el alcance del poder del monarca y la forma en que se gestiona el legado de la corona.
Carlos III, que alguna vez fue visto como un posible puente entre el pasado y la modernidad, está siendo ahora criticado por marcar una línea fría y definitiva incluso con sus propios nietos. Una decisión que muchos interpretan no como institucional, sino como personal.
La revelación que ha conmocionado al Reino Unido
Y lo más impactante de este giro no es solo la exclusión simbólica de Archie y Lilibet de la familia real. Lo que ha hecho estallar la noticia en todos los medios británicos es que, según fuentes filtradas del entorno del palacio, Carlos III ha decidido que sus nietos no recibirán ningún título nobiliario, ni ahora ni en el futuro, dejando claro que nunca serán tratados como príncipes o miembros activos de la realeza británica.
Una medida que rompe con generaciones de tradición, y que deja claro que, para Carlos III, la corona es para quienes se quedan. Y no para quienes se van.