En un universo televisivo tan familiar como el de TV3, donde es común ver a padres e hijos compartiendo pantalla o a parejas coincidiendo en programas informativos, la aparición de un nuevo vínculo ha llamado poderosamente la atención del público. Esta vez no hablamos de una relación sentimental ni de un linaje conocido: hablamos de dos hermanas que han brillado cada una por su cuenta, pero que, hasta ahora, pocos sabían que compartían apellido, talento y una estética casi clónica. Se trata de Núria Moliner, presentadora de éxito en TV3, y su hermana Anna Moliner, actriz consagrada en la misma cadena.
Núria, la arquitecta que no quiso construir edificios
Núria Moliner es, hoy por hoy, una de las caras más prometedoras del nuevo universo digital de 3Cat. Arquitecta de formación, decidió tomar un camino alternativo: el de la comunicación, la divulgación y el arte. En su programa Entre quatre parets, Núria combina su pasión por la arquitectura con un formato fresco, humano y visualmente potente. Ella misma ha reconocido que nunca quiso dedicarse a la arquitectura tradicional: "Preferí comunicar e investigar. Crear, divulgar, dar clases, hacer música, fomentar la cultura". Y todo ello se nota en su forma de presentar, en su estilo directo, cercano y reflexivo.
Anna, la actriz de mil caras
Su hermana Anna Moliner, seis años mayor, lleva mucho más tiempo en la televisión catalana. Se dio a conocer en 2010 con la serie La Sagrada Família, producida por Dagoll Dagom, y desde entonces no ha parado. La hemos visto en Kubala, Moreno y Manchón, Cites, La Catedral del Mar y recientemente en Això no és Suècia, entre muchas otras. Anna es de esas actrices versátiles que puede pasar del drama a la comedia sin esfuerzo, y que tiene una presencia magnética tanto en pantalla como sobre las tablas del teatro.
Similitudes que desconciertan
Lo más sorprendente para el espectador casual es que ambas hermanas, a pesar de sus diferencias de edad y carrera, son extraordinariamente parecidas físicamente. En redes sociales, muchos comentan que parecen gemelas. Su estilo, su mirada y hasta su tono de voz son tan similares que podrían confundirse en cualquier rodaje. Y sin embargo, cada una ha labrado su propio camino, con una autenticidad que las ha llevado a destacar en lo suyo.
El talento, cuestión de familia
No es casual que ambas hayan escogido caminos vinculados a la cultura, la comunicación y la creatividad. Aún no conocemos a sus padres, pero todo apunta a que el ambiente familiar ha debido de estar cargado de estímulos artísticos. La una construye relatos desde la imagen y la palabra; la otra los encarna con pasión en el escenario o ante las cámaras.
En un mundo donde la imagen lo es todo, descubrir que el verdadero talento corre por las venas es un recordatorio de que la autenticidad no se hereda, se cultiva. Núria y Anna Moliner no solo comparten apellido, comparten una vocación por comunicar, emocionar y transformar. Y quizá por eso, más allá de parecerse físicamente, lo que verdaderamente las hace indistinguibles es su amor por la cultura y su compromiso con el arte.