Pocas recetas generan tanto debate como la tortilla. Con cebolla o sin cebolla. Cuajada o jugosa. Gruesa o fina. Pero hay una fase del proceso que todos compartimos, sin importar bandos: el temido momento de girarla. Esa maniobra entre sartén y plato que puede hacer temblar hasta al cocinero más experimentado. Lo que hasta ahora parecía una cuestión de habilidad o suerte, tiene un truco escondido que, una vez lo conoces, lo cambia todo.
En redes sociales, la cocinera Maria Nicolau ha vuelto a revolucionar la cocina de casa con un vídeo que se ha hecho viral. Pero esta vez, no se trata de ingredientes ni de tiempos de cocción. Esta vez va de romper mitos. Con la naturalidad que la caracteriza, Nicolau comienza desmontando uno de los gestos más repetidos de nuestra cultura culinaria: “llevas toda la vida girando mal la tortilla”. Y lo dice sin rodeos, pero también con una solución tan sencilla que cuesta creer que nadie la haya contado antes.

El error está en la costumbre
Cocinar es, en muchos casos, repetir lo que hemos visto. Y girar una tortilla, ese acto de fe y reflejos, se ha convertido en un ritual al que nos enfrentamos casi sin cuestionarlo. Platos que se escurren, tortillas que se parten, salpicaduras de aceite y, a veces, pequeñas tragedias domésticas. Porque no importa cuántas veces lo hagas: ese segundo en el que todo puede ir mal, está ahí, latente, en cada intento.
Lo que Nicolau propone es una vuelta —literal y metafórica— a cómo entendemos ese movimiento. Porque, según ella, el problema no está en la receta. Está en el gesto. Y si cambiamos la lógica de ese gesto, lo demás encaja solo.

Una técnica lógica y sin riesgo
Antes de entrar en materia, Nicolau da un consejo básico: apagar el fuego cuando la base de la tortilla esté cuajada. Sin calor, no hay prisas ni presión. Y a partir de ahí, llega el secreto mejor guardado. No hace falta técnica de circo ni habilidades acrobáticas.
Durante generaciones, se ha dicho que hay que girar la sartén con la muñeca, como si fuera un truco de magia. Pero Nicolau propone algo radicalmente distinto: el giro, dice, debe hacerse con el hombro. No con la muñeca, ni con un movimiento brusco, sino con un gesto natural, de atrás hacia delante, que aprovecha el peso de la sartén y la estabilidad del cuerpo.
Eso sí: se sujeta la sartén con la mano izquierda, incluso si eres diestro, para tener el control del equilibrio. Con la derecha, se coloca el plato encima. Y entonces, con ese giro fluido del hombro, la tortilla cae sobre el plato sin romperse, sin salpicaduras, sin miedo.
Una vez completado el movimiento, solo queda devolver la tortilla a la sartén por su lado crudo. Y listo. Un paso que, si lo haces como lo hacía Nicolau hasta que descubrió este truco, puede parecer insalvable. Pero cuando lo pruebas, no hay vuelta atrás.