La economía europea transita una fase extraña: la inflación general se asienta cerca del objetivo, mientras los salarios y el consumo avanzan con prudencia. En julio, España registró un 2,7% interanual, con subyacente contenida, consolidando un escenario de precios más previsible. El Banco Central Europeo ha pausado los recortes y mantiene la facilidad de depósito en el 2,00%, marcando un punto de inflexión tras las bajadas. En este terreno de tipos moderados y rendimientos comprimidos, los inversores buscan alternativas que diversifiquen sin replicar el vaivén de los mercados tradicionales.
El giro hacia activos con diversificación real
El descenso del precio del dinero ha estrechado las oportunidades en depósitos y deuda pública de corta duración, presionando la rentabilidad real del ahorro. Simultáneamente, las primas de riesgo periféricas se han reducido a mínimos de más de una década, rebajando la compensación por riesgo en los bonos soberanos.
Este cóctel empuja a parte del ahorro hacia segmentos capaces de aportar correlación baja y cupones atractivos, incluso a costa de asumir riesgos específicos y poco familiares para el público general. En ese cruce de caminos aparece una propuesta cada vez más comentada entre economistas de referencia.
Niño Becerra pone el foco en los bonos catástrofe
Santiago Niño Becerra ha señalado en X que los bonos catástrofe constituyen una alternativa de inversión, reabriendo un debate poco habitual fuera del mundo asegurador. Estos instrumentos financian riesgos extremos —como huracanes— transfiriendo parte del riesgo de las aseguradoras hacia el mercado de capitales.
Su comportamiento no depende de beneficios empresariales o del ciclo del crédito, sino de la ocurrencia de eventos predefinidos, lo que explica su baja correlación con renta fija y variable. Esa desconexión es su atractivo principal, aunque exige comprender bien los mecanismos de activación y las pérdidas potenciales.

Rendimientos recientes y riesgos que no conviene minimizar
El índice global de cat bonds de Swiss Re encadenó dos ejercicios extraordinarios, con un 19,7% en 2023 y un 17,3% en 2024, cifras inusuales para un activo de renta fija. En la primera mitad de 2025 el avance ha sido más moderado, con retornos en torno al 2,8%, acorde con un semestre de actividad estable y volatilidad contenida. Aun así, los diferenciales de riesgo de estos bonos han superado a los del high yield corporativo, manteniendo su atractivo relativo en plena normalización monetaria. Paralelamente, la emisión ha marcado máximos históricos, señalando un apetito creciente de emisores y de inversores institucionales.
Aun así, si se produce el evento cubierto, hay riesgos en los que el inversor puede perder cupones y parte significativa del principal. La selección de estructuras —indemnity o paramétricas—, la geografía del riesgo y la estacionalidad —temporada de huracanes— son variables críticas para calibrar la exposición. Por eso, los vehículos UCITS especializados, con carteras diversificadas y criterios estrictos de underwriting, han ganado tracción como vía de acceso para el inversor europeo. Esa profesionalización ha favorecido entradas de capital y una mayor profundidad del mercado durante los últimos trimestres.
¿Dónde encajan en una cartera bancaria bien construida en 2025?
Para perfiles que buscan descorrelación frente a bolsa, crédito y deuda soberana, los cat bonds pueden actuar como satélite de renta fija alternativa. Su papel no es sustituir el núcleo defensivo, sino aportar una fuente de retorno distinta, especialmente valiosa cuando los tipos reales se estrechan y el riesgo de duración compensa menos. La clave está en dimensionar la posición, comprender la probabilidad de pérdida en escenarios severos y combinarla con liquidez suficiente para atravesar episodios meteorológicos adversos. Con inflación aún por encima de la zona euro y tipos del BCE en pausa, el interés por activos de diversificación genuina explica que se mire hacia esta esquina del mercado.