Con la llegada de la primavera, uno de los frutos más apreciados vuelve a llenar mercados y neveras: las fresas. Sabrosas, delicadas y llenas de aroma, son el acompañamiento ideal para yogures, postres o simplemente para disfrutar solas. Sin embargo, su conservación sigue siendo un misterio para muchos, y no es raro que, tras apenas un par de días, acaben en la basura cubiertas por una capa blanca o verdosa nada apetecible.
En un reciente vídeo, la cocinera Maria Nicolau, reconocida por su estilo claro y sin rodeos, ha lanzado un aviso a navegantes. Su consejo, aparentemente simple, desmonta un hábito que millones de personas repiten sin saber que están acortando drásticamente la vida útil de estas frutas tan delicadas.

La clave está en cómo respiran
Uno de los puntos que Nicolau destaca es el comportamiento natural de las fresas tras ser recolectadas. Al tratarse de un fruto con un alto contenido en agua, continúan liberando humedad incluso una vez almacenadas. Este fenómeno, conocido como transpiración, puede convertirse en un problema si no se tiene en cuenta al guardarlas.
Por eso, explica, muchos recipientes específicos para fruta incluyen rejillas o burbujas: no es un detalle estético, sino funcional. Permiten que el aire circule y evitan la condensación, un fenómeno que, como ella misma remarca, puede ser el origen de la aparición de mohos peligrosos.

El peligro de la humedad
Ese vapor de agua que las fresas generan al estar encerradas en un espacio sin ventilación se transforma en gotas en el interior del envase, creando un entorno húmedo ideal para el desarrollo de hongos. Nicolau lo explica de forma gráfica: “Esa piel fina con filamentos blancos o verdes que ves al abrir la bolsa después de dos días, eso es moho. Y eso no se debe comer nunca, porque es peligroso.”
Además, añade una advertencia adicional: lavar las fresas en exceso también puede ser contraproducente. “Lo ideal es lavarlas justo antes de comerlas, nunca antes. Mojarlas y luego almacenarlas es maltratarlas”, señala. La humedad externa, sumada a la interna, acelera el deterioro y convierte la fruta en un entorno perfecto para el desarrollo de microorganismos.
Y finalmente, el error que lo estropea todo
Después de explicar cómo se comportan las fresas, por qué necesitan respirar y por qué la humedad es su peor enemiga, Maria Nicolau desvela el fallo fatal que tantos cometen sin saberlo: guardar las fresas dentro de una bolsa de plástico hermética.
Ese gesto tan habitual, que muchos consideran una forma de protegerlas, es precisamente lo que las condena. La falta de ventilación provoca condensación, y la condensación trae hongos. Así que la próxima vez que compres fresas, recuerda: lo que parece protegerlas, en realidad, puede destruirlas. Y el plástico, en este caso, no es su amigo.