Persona con gafas y bata blanca sonríe frente a una calle llena de letreros coloridos en una ciudad asiática, junto a un emoji pensativo.

Carme Ruscalleda rompe su silencio y explica lo que no sabía de su restaurante

La cocinera catalana abrió un restaurante ni más ni menos que en Japón

La historia de Carme Ruscalleda es la de una mujer que llevó la cocina catalana hasta el corazón de Japón, triunfó con dos estrellas Michelin y, aun así, recuerda que estuvo a punto de rechazar la oportunidad de su vida.

La chef de Sant Pol de Mar, conocida por su perfeccionismo y su compromiso con el producto, habló en el programa El primer vuelo de Pedro Blanco, en la Cadena SER, sobre cómo nació el restaurante Sant Pau de Tokio y cómo aquella aventura cambió su carrera.

Un “no” que se convirtió en “sí”

En 2003, Carme Ruscalleda recibió una propuesta de Yuji Shimoyama, un empresario japonés fascinado por su cocina. Él quería abrir un restaurante en Tokio que reprodujera fielmente la experiencia del Sant Pau original, con sus sabores mediterráneos, su atención al detalle y su filosofía basada en el vino, el pan y el aceite.

Dos personas conversan en una cocina moderna rodeadas de cestas con frutas variadas como naranjas, fresas, manzanas y uvas.
Carme Ruscalleda explicando una receta en TV3. | TV3

La respuesta de Carme Ruscalleda fue un rotundo “no”. “Pensé que estaba loco”, recuerda. Para ella, llevar su propuesta a la capital japonesa parecía imposible: eran culturas culinarias opuestas, productos distintos y una distancia de más de 10.000 kilómetros.

Sin embargo, en Japón, el “no” no siempre significa un rechazo definitivo. Shimoyama interpretó que Carme Ruscalleda estaba actuando como un japonés educado, y decidió insistir. La contactó en dos ocasiones más, y en la tercera llegó con un as bajo la manga.

Chef sonriente con gafas frente a una tortilla de patatas y un emoji de carita relamiéndose sobre el plato
El bar de tortillas que le encanta a Carme Ruscalleda. | XCatalunya

La maqueta que lo cambió todo

En aquella tercera reunión, Yuji Shimoyama trajo una caja envuelta. Después de comer, durante el café, la abrió y mostró una maqueta: era la réplica del Sant Pau, con la cocina abajo y el comedor arriba, pero con un detalle sorprendente: un jardín en el tejado.

“Esto ya se está construyendo. Tengo el alquiler y os invito a visitarlo juntos para que veáis lo que os propongo”, dijo. Carme Ruscalleda y su marido, Toni Balam, pensaron que la propuesta les permitiría conocer Tokio. Aceptaron el viaje pero el empresario japonés sabía que, una vez pisaran la ciudad, se enamorarían del proyecto.

Descubrir Tokio y decidirse

Durante una semana, Carme Ruscalleda recorrió mercados, visitó proveedores, observó el respeto con el que los japoneses tratan la comida y la meticulosidad en cada detalle. Shimoyama les dio libertad absoluta para diseñar el menú y el estilo del restaurante.

Ese viaje fue decisivo. Carme Ruscalleda entendió que podía mantener su esencia y, al mismo tiempo, aprender de una cultura gastronómica tan distinta. Decidió aceptar. Así comenzó la aventura del Sant Pau Tokio, que abrió en primavera de 2004.

Éxito inmediato y reconocimiento internacional

El Sant Pau Tokio fue un éxito desde el primer momento. Carme Ruscalleda llevó a Japón su cocina mediterránea con productos locales, creando una fusión respetuosa y llena de matices. La crítica aplaudió la propuesta y, en pocos años, el restaurante obtuvo dos estrellas Michelin, consolidándose como una referencia en la alta cocina internacional.

La chef recuerda aquella etapa como un periodo de enorme aprendizaje. Tokio se convirtió para ella en “una ciudad familiar, como si hubiera estado ahí toda la vida”, un lugar que le ofreció “un abrazo profesional” y le enseñó nuevas maneras de trabajar.

Un cierre con la cabeza alta

En 2023, tras casi dos décadas de actividad, Carme Ruscalleda y Yuji Shimoyama decidieron cerrar el Sant Pau Tokio. La pandemia había cambiado el panorama de la restauración y mantener el mismo nivel de exigencia era cada vez más complicado. Aun así, el legado del restaurante sigue vivo en la memoria de clientes y en la historia de la gastronomía catalana.

Para Carme Ruscalleda, la experiencia en Japón fue una confirmación de que la cocina no tiene fronteras y que el respeto por el producto, la disciplina y la creatividad son valores universales. “Buscar talento e ilusión para ir a trabajar al otro lado del mundo fue uno de los mayores retos de mi vida, y valió la pena cada segundo”, resume.