El exvicepresidente del Barça, Alfons Godall, ha hecho una denuncia contundente. Tras visitar Barcelona con su nieto, publicó un tuit que no dejó indiferente. En él describe la capital catalana como “bruta, pudent, plena d’obres, plena de forasters”.
Godall lamenta haber tenido que ir “en guàrdia pels lladres” constantemente. Denuncia también que las tiendas de toda la vida están cerrando. Y concluye de forma tajante: “Han trinxat Barcelona i estan trinxant Catalunya. Malparits!”
Una visión compartida por miles de catalanes
El mensaje de Godall se hizo viral en pocas horas. Muchos usuarios agradecieron su sinceridad y valentía por decir lo que otros callan. No se trata de un político de derechas ni de un agitador mediático. Es un catalanista histórico que formó parte del núcleo duro del barcelonismo.

Su denuncia refleja el hartazgo creciente entre sectores del catalanismo tradicional. Aquellos que defienden la lengua y el territorio, pero también el orden y la convivencia. La Barcelona que recuerdan ya no existe. Y lo que la sustituye les parece una caricatura decadente.
Los datos oficiales le dan la razón
Según cifras del Departamento de Interior de la Generalitat, la situación es preocupante.Solo en 2024 hubo más de 21.800 detenciones en la ciudad. De esas, el 78% fueron de personas extranjeras. Una proporción que se dispara en los delitos más graves.

En hurtos, los extranjeros suponen el 90% de los detenidos. En robos con violencia, el 83,5%. En agresiones sexuales, el 73%. En ocupaciones ilegales, el 87,5%. En homicidios, el 59%. Datos oficiales que nadie puede negar.
La calle se convierte en un espacio inseguro
La Guardia Urbana también lo advierte. Más del 80% de los delincuentes multirreincidentes son menores extranjeros. Muchos de ellos son inimputables o salen libres al poco tiempo. Esto genera una sensación de impunidad cada vez más extendida.
Godall lo expresa con crudeza, pero con realismo. Caminar por Barcelona se ha vuelto un acto de vigilancia constante. No se trata de racismo, sino de realidad. La capital está cambiando a un ritmo que muchos no entienden ni aceptan.
Una ciudad irreconocible para los barceloneses de toda la vida
Quienes crecieron en los barrios del Eixample, Sants o Gràcia ya no se sienten en casa. Las tiendas de proximidad desaparecen. Las calles huelen a suciedad y abandono. Las obras interminables dificultan el paso. Y en muchos barrios ya no se escucha el catalán.
El “cap i casal” ya no es el corazón de Catalunya, sino un escaparate roto. Alfons Godall no ha dicho nada nuevo, pero sí ha dicho lo que otros piensan. El silencio de los medios tradicionales ante esta decadencia es ensordecedor.
Partidos como VOX y Aliança Catalana llevan tiempo denunciando estos datos. Pero el resto del arco político los ignora o minimiza. ERC, PSC y Comuns evitan hablar de inmigración por miedo al estigma. Mientras tanto, la delincuencia sigue creciendo.
El problema no es la diversidad, sino la falta de integración y control. Políticas migratorias laxas, regularizaciones masivas y permisividad judicial han llevado al caos. Y ahora nadie quiere asumir responsabilidades. La culpa siempre es de otro.
Godall: catalanismo indignado, no extremismo
Lo que ha dicho Alfons Godall no es ultraderecha, es sentido común. Representa a miles de catalanes que aman su tierra y no la reconocen. Que no quieren banderas, sino seguridad. Que no piden represión, sino respeto. Su tuit no busca provocar, busca despertar. Porque lo que está en juego no es una ciudad, sino una nación.
Si cae Barcelona, cae Catalunya. Y si nadie lo dice alto y claro, seguirán trinchándola hasta dejarla irreparable.