Una persona se ha suicidado en El Raval

Última hora, se suicida tras ser desahuciado: Un señor de 73 años se tira del 3r piso

Ya había avisado de que lo haría si le echaban de su casa

El drama de la vivienda vuelve a dejar una imagen desgarradora, en un episodio que ha conmocionado a vecinos y autoridades. No es la primera vez que un desalojo termina en tragedia, pero lo ocurrido en la tarde de este jueves ha abierto de nuevo el debate sobre el acompañamiento social y los límites de los procedimientos judiciales.

Un proceso judicial que terminó en tragedia

Tal y como han informado desde El País, el suceso se desencadenó tras varios intentos judiciales de recuperar la posesión de una vivienda situada en el céntrico barrio del Raval, en Barcelona. La historia arranca meses atrás, cuando el propietario del piso, un particular y no un gran tenedor de viviendas, presentó una demanda para desalojar a los ocupantes desconocidos de su propiedad en la calle Robador. El proceso judicial siguió su curso habitual: el juzgado notificó la situación a los servicios sociales municipales para que evaluaran si existía alguna situación de vulnerabilidad, como exige la ley en estos casos.

El informe elaborado por los trabajadores sociales no detectó riesgo de vulnerabilidad porque, en repetidas ocasiones, la persona que ocupaba el piso rechazó la intervención del Servicio de Intervención para Pérdida de Vivienda del Ayuntamiento. Hasta en tres ocasiones los mediadores sociales se desplazaron hasta la vivienda, sin obtener respuesta. Ni siquiera tras dejar notas de contacto se logró establecer comunicación con el ocupante. Ante la falta de colaboración, el juzgado decidió no suspender el procedimiento y fijó la fecha definitiva del lanzamiento para el jueves 12 de junio.

Un coche de policía de los Mossos d'Esquadra con gotas de lluvia en la carrocería.
Coches de los Mossos d'Esquadra | ACN

El desalojo y los minutos previos al suicidio

La mañana del jueves se ejecutó el desahucio. Inicialmente, no se consideró que fuera necesaria la presencia policial, pues el caso no parecía conflictivo. Sin embargo, la tensión fue en aumento. Al entrar en la vivienda, los funcionarios judiciales encontraron a una persona diferente de la que figuraba en el expediente. El hombre, de 73 años, mostraba claros signos de nerviosismo. Tras ser informado de la situación, los Mossos d’Esquadra acudieron a la vivienda para acompañar el proceso.

El hombre salió al exterior del inmueble visiblemente alterado, y los agentes le hicieron entrega de parte de sus pertenencias básicas: documentación, teléfono móvil y algo de ropa. Le explicaron que más adelante podría recoger el resto de sus objetos en un encuentro con el propietario.

Una vez el desalojo se dio por finalizado, se procedió a restituir la posesión del inmueble al propietario, con las firmas de las partes presentes. El hombre se marchó del edificio y la mañana concluyó aparentemente sin mayores incidentes. Sin embargo, durante las horas siguientes, varios testigos afirman haberle visto deambular por la zona, repitiendo frases inquietantes sobre su situación. Vecinas del barrio recuerdan que “iba diciendo que volvería a entrar y, si le echaban de nuevo, se tiraría”.

Una segunda entrada, una decisión irreversible

La tragedia se precipitó por la tarde, alrededor de las 17:45. La alarma instalada esa misma mañana saltó, avisando a los propietarios y a la policía de una nueva intrusión en el piso recién desalojado. Cuando los agentes llegaron, encontraron de nuevo al hombre dentro. Tras intentar dialogar con él y solicitarle que abandonara la vivienda, el hombre pidió recoger algo de ropa antes de marcharse. En ese instante, se dirigió rápidamente al balcón del interior del edificio y, sin mediar palabra, se arrojó al vacío desde una tercera planta.

Los agentes intentaron detenerle, pero no lograron evitar la caída. La llegada de los servicios de emergencia solo pudo certificar su fallecimiento. El impacto del suceso fue inmediato: la calle se llenó de ambulancias, policías y vecinos conmocionados por la brutalidad de lo ocurrido. Testigos presenciales destacan la tensión vivida por los propios agentes, algunos de los cuales tuvieron que ser atendidos por el fuerte impacto emocional.