La tranquilidad de un día de excursión puede cambiar en cuestión de minutos, y lo que parecía una actividad de convivencia y aventura se convirtió en una experiencia que nadie olvidará fácilmente. Los protagonistas de esta historia, un grupo de jóvenes y sus monitores, vivieron uno de esos episodios que, aunque acaban bien, dejan una huella de inquietud y agradecimiento.
Todo comenzó durante la tarde del pasado viernes, cuando una fuerte tormenta irrumpió en una zona de montaña, sorprendiendo a un grupo que se encontraba realizando una ruta de campamento. Los menores, acompañados por sus cinco monitores, se encontraban disfrutando de la naturaleza y poniendo a prueba su capacidad de orientación, algo habitual en los programas de colonias de verano. Sin embargo, el mal tiempo no sólo trajo lluvia, sino también un peligro inesperado: la crecida repentina de un río.
Fue precisamente ese cambio brusco en el caudal lo que truncó el regreso al punto de partida. El grupo quedó atrapado en una zona boscosa, concretamente en la zona de los Amorriadors, en la Alta Garrotxa, cerca de la riera de Beget. La frondosidad del entorno y el aumento del caudal del río hicieron imposible que los menores y los adultos pudieran cruzar la zona con seguridad. La angustia fue en aumento cuando vieron que avanzar era imposible y que la única opción era pedir ayuda.

La llamada de emergencia, recibida sobre las 17:17 horas en el 112, puso en marcha un dispositivo de rescate que movilizó a ocho dotaciones terrestres de los Bombers de la Generalitat, un helicóptero especializado y a los efectivos del Grupo de Actuaciones Especiales (GRAE), expertos en operaciones de salvamento en entornos de difícil acceso.
El operativo de rescate: precisión y coordinación
Una vez localizada la posición exacta del grupo, los rescatadores planificaron la maniobra para garantizar la seguridad de todos. El equipo del GRAE se adentró en la montaña y, tras contactar visualmente con los atrapados, los ayudó a cruzar la zona más complicada hasta llegar a un punto seguro desde donde pudiera operar el helicóptero.
La extracción aérea fue una operación compleja, ya que requería transportar a quince menores y cinco adultos. El trabajo se prolongó durante toda la tarde. Gracias a la pericia de los rescatadores, los menores y cuatro de los monitores pudieron ser evacuados hasta la zona de la Farga, el único lugar accesible para los vehículos de emergencia, ya que la vegetación impedía llegar directamente hasta el grupo.
El rescate se realizó mediante grúas, lo que añade dificultad al operativo, especialmente cuando la luz del día comenzaba a escasear y la meteorología complicaba aún más el acceso. Todos los evacuados fueron trasladados posteriormente hasta el pabellón municipal de Camprodon, donde pasaron la noche a salvo y acompañados.
El monitor que tuvo que volver a pie
A pesar del éxito del operativo, una circunstancia inesperada añadió tensión al desenlace. Uno de los cinco monitores no pudo ser evacuado por aire debido a la llegada del ocaso, que dificultó la visibilidad y ponía en riesgo cualquier maniobra con el helicóptero. Ante esta situación, el monitor emprendió el camino de regreso a pie, pero no lo hizo solo. Un equipo de efectivos del GRAE le acompañó durante todo el trayecto para garantizar su seguridad y evitar cualquier percance.
Finalmente, tras varias horas de caminata y con la oscuridad como desafío, el monitor llegó a la zona donde esperaban sus compañeros y los menores. La noche terminó en el pabellón de Camprodon, con todos los implicados sanos y salvos, aunque exhaustos tras una jornada marcada por la incertidumbre.