Un conductor ha sembrado el caos en una de las arterias viales más importantes del país, generando una situación de pánico entre los usuarios que compartían la vía. La pericia y la colaboración ciudadana fueron clave para poder interceptar al individuo. El conductor circulaba de forma errática, poniendo en grave riesgo la seguridad de decenas de personas.
Su comportamiento al volante, desafiando toda lógica y normativa, obligó a una rápida intervención policial que culminó con su detención.
Los hechos se desarrollaron durante la última semana de agosto, cuando varios conductores que transitaban por la autopista AP-7 alertaron a los servicios de emergencia. Las llamadas describían con angustia el movimiento de un vehículo que realizaba maniobras inexplicables, invadiendo carriles y colisionando repetidamente contra las vallas de protección laterales.

El escenario de peligro tuvo lugar concretamente en el tramo de la autopista a su paso por el municipio de L'Aldea. Un pueblo situado en la provincia de Tarragona, un punto neurálgico del corredor mediterráneo. La intervención de los Mossos d'Esquadra fue inmediata, localizando y deteniendo al conductor antes de que pudiera ocasionar una tragedia.
Un grave peligro al volante en la autopista del Mediterráneo
El protagonista de este suceso conducía de una manera que los testigos no dudaron en calificar de "temeraria". Según la información facilitada por los Mossos d'Esquadra a través de sus canales oficiales el pasado 28 de agosto, el vehículo circulaba haciendo ziga-zagas de forma continuada.
Este patrón de conducción errático, sumado a los impactos contra las biondas metálicas que delimitan la calzada, creó una situación de máximo estrés para el resto de usuarios de la AP-7. La autopista, especialmente en la provincia de Tarragona, es un escenario recurrente de incidentes viales, pero pocos alcanzan este nivel de irresponsabilidad manifiesta.
La colaboración ciudadana, a través de llamadas al teléfono de emergencias 112, fue fundamental para que las patrullas de tráfico pudieran establecer un dispositivo de búsqueda eficaz. Una vez localizado, los agentes procedieron a darle el alto, comprobando que el conductor presentaba síntomas evidentes de encontrarse bajo los efectos de bebidas alcohólicas.
La posterior prueba de alcoholemia no hizo más que confirmar las peores sospechas, arrojando un resultado que dejó perplejos a los propios agentes por su magnitud.
El alcohol, un multiplicador de tragedias
El resultado de la prueba de alcoholemia fue demoledor: el conductor multiplicaba por nueve la tasa máxima permitida por la ley. En España, el límite general para conductores es de 0,25 miligramos de alcohol por litro de aire espirado.

Esto significa que el individuo interceptado en L'Aldea arrojó una cifra cercana a los 2,25 mg/l. Un nivel que para la mayoría de las personas implica una pérdida casi total de reflejos y de la capacidad de controlar un vehículo. Conducir en ese estado es una infracción, además de un acto de violencia vial que pone en jaque la vida propia y la de todos.