El día de ayer por la tarde nos dejó un trágico momento que está dando mucho de que hablar. Sobre las 17:00 horas, tuvo lugar un accidente con un autobús que se salió de la vía y acabó chocando contra un acantilado. En total, en el vehículo de transporte público viajaban 47 personas, de las cuales 2 perdieron la vida.
Estas víctimas acabaron falleciendo tras el primer impacto, y junto a ellas hay 7 heridos más en un estado crítico. El vehículo en cuestión regresaba de Andorra, y en un primer momento se especuló que podría haberse salido de la vía y seguidamente habría impactado contra un talud.
Tras el incidente han salido a la luz varios indicios que podrían ser el motivo del choque. Uno de ellos es el que se ha mencionado esta mañana, en relación a que la compañía no tenía licencia para operar como garaje de autocares en la ciudad en cuestión. Ahora, a esta polémica se la ha añadido otra.
Una nueva polémica con la tragedia
La empresa de autocares de l'Hospitalet de Llobregat que este domingo por la tarde sufrió un accidente a Portè (Alta Cerdaña) está en concurso de acreedores desde el julio pasado. El 17 de junio Chavi-Tours SL presentó demanda de concurso sin masa. O sea, sin bienes embargables o de valor inferior a la deuda de la empresa, que tenía un pasivo de unos 205.000 euros.
El 1 de julio el juzgado mercantil número 9 de Barcelona declaró la empresa en concurso. Y dio 15 días a los acreedores para que pidieran el nombramiento de un administrador concursal.
Como que nadie hizo la solicitud, el juzgado declaró concluido el concurso el 9 de septiembre pasado. No obstante, esta resolución no exime del cumplimiento de compromisos contractuales anteriores.
El peligro de este concurso para las empresas
El concurso de acreedores supone serios peligros para una empresa. En primer lugar, la pérdida de confianza de clientes y proveedores puede ser devastadora. Los clientes podrían buscar alternativas más fiables, lo que reduce significativamente las ventas.
Al mismo tiempo, los proveedores pueden exigir pagos por adelantado o limitar el crédito, afectando el flujo de caja. Las dificultades para obtener financiación son otro peligro importante.
Los bancos suelen considerar de alto riesgo a las empresas en esta situación, lo que restringe el acceso a préstamos. Sin financiamiento, es complicado mantener las operaciones y realizar inversiones necesarias para salir adelante.
El prestigio de la empresa también sufre daños considerables. Una reputación deteriorada puede ahuyentar nuevos clientes, socios e inversores, dificultando la recuperación. Además, la incertidumbre afecta negativamente a los empleados, quienes pueden buscar alternativas laborales, causando fuga de talento.
Por último, el riesgo de liquidación es constante. Si no se logra reestructurar la deuda o generar ingresos suficientes, la empresa podría ser obligada a cerrar. Esto no solo impacta a los dueños, sino también a empleados, proveedores y la economía local.