El verano 2025 ha vuelto a situar a España como destino preferido. Millones de turistas internacionales llegaron al país durante los meses más calurosos. Sin embargo, la hostelería no ha experimentado los beneficios esperados. Muchos bares y restaurantes han visto caer su actividad.
El contraste entre visitantes y consumo real ha sorprendido a los expertos. Las terrazas no se llenaron con la intensidad de años anteriores. El gasto medio por turista resultó inferior en comparación con 2024. La recuperación económica del sector turístico sigue mostrando importantes desequilibrios internos.
El análisis del economista catalán
El profesor de Economía Gonzalo Bernardos ha analizado la situación en televisión. Explicó que en julio aumentó un 1,6% el número de extranjeros. Sin embargo, el gasto total no acompañó ese crecimiento, generando preocupación. “Hay más gente, pero gastan menos que el año pasado”.

La situación confirma que las familias internacionales son más prudentes en sus gastos. El alza de precios en restaurantes parece haber condicionado su consumo. Cada vez más visitantes eligen reducir comidas fuera para ahorrar. El impacto en las cuentas de la hostelería es evidente.
Los españoles también reducen su consumo
No solo los turistas extranjeros se muestran más contenidos con sus gastos. El propio Bernardos explicó que la clase media española también ha cambiado. Muchos han optado por viajar menos días y gastar con cautela. Incluso se observa una tendencia a sustituir restaurantes por supermercados.

Según el economista, varios españoles han preferido destinos internacionales más baratos. Islas mediterráneas y ciudades europeas compiten ofreciendo precios más ajustados. Esa comparación perjudica directamente a las islas españolas, con tarifas muy elevadas. Así surge el debate sobre si existe ya una burbuja turística.
La advertencia pública de Bernardos
Fue en este contexto cuando Gonzalo Bernardos lanzó su advertencia directa. Señaló que los hosteleros se “han pasado” subiendo los precios. Cree que esta política ha provocado la pérdida de clientes nacionales. “Cada vez la temporada alta es menos alta”, recalcó el profesor.
En los platós de televisión dejó clara su preocupación. Advirtió que, si no hay cambios, la clase media abandonará España. Tanto los turistas extranjeros como los propios españoles buscarán opciones más baratas. Para él, este escenario supondría un golpe devastador para la economía turística.
Consecuencias si no hay moderación
El economista afirmó con rotundidad que el gran peligro está en el futuro. Si los hosteleros continúan con fuertes incrementos de precios, el turismo se resentirá. “El gran chollo que tiene España con el turismo lo podemos perder”, declaró. Su advertencia fue clara y sin dobles interpretaciones.
Por eso recomendó a bares y restaurantes aplicar más moderación. Dijo que es preferible ganar menos por cliente que perderlos todos. El éxito turístico español no puede sostenerse únicamente con cifras de visitantes. También debe existir un equilibrio entre calidad, precios y satisfacción general.
Comparación con el pasado
Bernardos recordó cómo han cambiado las vacaciones respecto a décadas anteriores. En los años 80 y 90, la mayoría viajaba a pueblos familiares. Los precios eran más bajos y la estancia resultaba más asequible. Hoy, en cambio, muchas familias recurren incluso a préstamos para viajar.
El economista considera insostenible esa dependencia del crédito para ocio. Criticó que algunos ciudadanos vivan por encima de sus posibilidades reales. Viajes intercontinentales, restaurantes caros y ocio constante generan agujeros financieros. Aconsejó renunciar a vacaciones antes que endeudarse para costearlas.
El reto de la hostelería española
El futuro del sector depende de decisiones estratégicas a corto plazo. La hostelería debe equilibrar rentabilidad con accesibilidad si quiere mantener clientes. La moderación en precios puede ser la clave de la temporada 2026. La advertencia de Bernardos busca anticipar un problema antes de que explote.
España seguirá siendo un país atractivo para millones de turistas. Pero la competitividad global exige no abusar de su buena reputación. Si la calidad-precio se deteriora, otros destinos ocuparán rápidamente ese espacio. El reto es grande, y la hostelería no puede ignorarlo más.