En los últimos días, una heladería de Gràcia fue noticia negativa. DellaOstia protagonizó un episodio de catalanofobia al negarse a atender en catalán. La indignación ciudadana fue inmediata y el barrio respondió con contundencia. Una vez más, se puso de manifiesto que nuestra lengua continúa amenazada.
Sin embargo, no todas las heladerías actúan igual. Existen proyectos que entienden que respetar el catalán y la tierra es fundamental. Uno de ellos es DelaCrem Terra, que ha decidido apostar claramente por el compromiso. Un modelo que no solo ofrece calidad, sino también respeto.
Un helado hecho en Catalunya con ingredientes de Catalunya
DelaCrem Terra rompe con la dinámica habitual de muchas heladerías internacionales. En lugar de importar sabores sin alma, apuesta por lo que tenemos aquí. Avellanas de Reus, limones del Baix Ebre o ciruelas del Llobregat forman parte del menú. Cada producto elegido explica una historia ligada a la identidad catalana.

Además, los helados se presentan con etiquetas escritas en catalán, claras y visibles. Un gesto pequeño, pero que habla de coherencia y compromiso con el país. Mientras otros esconden el idioma, DelaCrem lo coloca en el centro de su propuesta. La lengua forma parte de la experiencia gastronómica.
Recuperar el valor de lo propio en tiempos de desprecio
Lo que ocurre con la lengua también se refleja en el consumo. Cada vez más ciudadanos miran el origen de frutas, verduras o carnes. ¿Por qué no hacerlo también con los helados? Esa es la lógica que impulsa a DelaCrem Terra. Respetar la proximidad significa apoyar a los agricultores y productores locales.

En un contexto donde algunos negocios desprecian lo nuestro, este gesto es vital. Frente al desprecio lingüístico de una heladería de Gràcia, surge un ejemplo positivo. Uno que dignifica a Catalunya en lugar de ofenderla. Una demostración de que se puede ser rentable sin renunciar a la identidad.
El catalán como parte inseparable de la experiencia
La polémica de Gràcia demostró que la lengua continúa siendo frágil. Cada vez que un comerciante niega atender en catalán, hiere la convivencia. La respuesta no debe ser violencia, sino apoyo a quienes sí respetan. Y aquí DelaCrem Terra marca la diferencia con un modelo ejemplar.
No es casualidad que sus helados estén etiquetados en catalán. No se trata de una imposición, sino de sentido común. Si el cliente vive en Catalunya, el idioma debe ser respetado. Eso lo entiende cualquiera con voluntad de integrarse, excepto los catalanófobos.
Más que helados: un proyecto de país
En sus tiendas de Sant Joan, Enric Granados y Muntaner, DelaCrem va más allá. Ha convertido el helado en una forma de reivindicación cultural. Su mapa con los orígenes de los productos es un ejemplo pedagógico. Cada cliente entiende que detrás de cada sabor hay territorio, historia y raíces.
Barcelona necesita proyectos así. Iniciativas que defiendan lo nuestro con calidad y orgullo. Frente a los negocios que ven el catalán como un estorbo, surgen alternativas. Lugares donde consumir también significa apoyar a la tierra y su gente. Una manera concreta de plantar cara al desprecio.
Apoyad a quienes defienden nuestra lengua
La polémica de la heladería de Gràcia no debe quedar en anécdota. Es un recordatorio de que el catalán sigue necesitando protección constante. Pero la respuesta no es solo denunciar, sino también apoyar a los buenos ejemplos. Y DelaCrem Terra lo es: calidad, proximidad y respeto al catalán.
La próxima vez que quieras un helado en Barcelona, no lo dudes. No entres en locales que ofenden nuestra identidad. Escoge aquellos que entienden que Catalunya no es un adorno turístico. Escoge proyectos que ponen al catalán en el centro de su actividad.