Un inesperado desencuentro futbolístico rompe en dos lo que prometía ser una conexión auténtica en First Dates. Galicia reunía en un restaurante a dos solteros dispuestos a encontrar algo más que una simple cena. Pero lo que empezó con una sonrisa, acabó en una glosa emotiva—y un veto tajante—cuando afloraron las camisetas, aunque sin decirlas explícitamente.
Lo que ocurrió durante la cita
Suso, un pintor de A Coruña de 56 años, y Nuria, mujer de Ourense de 52 años con dos matrimonios a sus espaldas, compartían raíces gallegas y gusto por los tatuajes. Al inicio, la complicidad se palpaba. Él presumía de su barba teñida de colores —“la pongo del color que se tercie”— motivo de sorpresa para ella. Ella, divertida, lo calificaba de “simpático”, aunque admitía que no encajaba con su estilo personal.
Cuando la conversación derivó hacia el fútbol, Suso soltó una frase que lo cambiaría todo: “Soy del Barça por llevarle la contraria a mi padre”. Intentaba presentarlo como una simple anécdota, alegando su gusto por el fútbol en general, pero la confesión cayó como un jarro de agua fría. Nuria, merengue confesa, reaccionó visiblemente sorprendida.

Declaraciones fuera de cámara y gélida resolución
Fuera del foco, Suso admitió que no fue completamente honesto al decir que la cuestión futbolística le daba igual. Lo suyo iba en serio. “Yo soy del Barça cerrado, tengo en las paredes a Messi… esta mujer no puede entrar en mi casa”, confesó con natural desprecio. Ese fue el momento en que su cita se desvaneció, antes incluso de llegar al postre.
Nuria, desconcertada, pidió no repetir la experiencia en una segunda cita. No era solo una cuestión de fútbol; era un choque de identidad e intolerancia que no dejaba margen para continuar.
Cuando el fútbol se convierte en barrera emocional
Esta historia se teje sobre hilos culturales bien arraigados: el deporte como parte fundamental del orgullo regional y personal. La escena plantea un choque generacional: Suso vincula su barcelonismo como gesto de rebeldía contra su padre madridista, lo que habla de la carga simbólica que aún tienen estos equipos entre aficionados.
Desde una perspectiva crítica, resalta cómo incluso en una cita a ciegas el fanatismo puede contaminar el terreno emocional. La devoción por un club, en este caso el Barça, se utiliza para erigir límites personales y bloqueos emocionales que impiden cualquier tipo de apertura.
Sea como sea, todo quedará como una divertida anécdota, una más, producida en un programa que nunca deja de sorprendernos. Y cuando creíamos haberlo visto todo ya, cada día sorprende con una nueva historia de amor. O de desamor, como Suso y Nuria.