En los últimos meses, la economía española y europea navega un periodo de cambios marcados por la incertidumbre y por revisiones a la baja en las previsiones de crecimiento. El contexto internacional, determinado por conflictos comerciales, tensiones geopolíticas y una inflación que apenas da tregua, ha provocado que instituciones como el Banco de España hayan reducido sus expectativas de crecimiento para el próximo año.
Mientras que en marzo se auguraba un crecimiento del PIB del 2,7%, las estimaciones recientes lo sitúan en el 2,4%, reflejando un entorno mucho más cauteloso y volátil. Esta tendencia, que no es exclusiva de España, encuentra eco en otros países del entorno europeo.
El Banco Central Europeo, por su parte, ha recortado los tipos de interés hasta situarlos en el 2%, una medida que persigue estimular la economía, pero que también evidencia la preocupación de los bancos centrales por el debilitamiento de la actividad económica.

El clima empresarial tampoco escapa a este panorama. Una de cada tres empresas españolas reconoce que la volatilidad y el clima de inseguridad influyen directamente en sus decisiones de inversión y en la contratación de personal. Todo esto se traduce en una mayor prudencia en el consumo, el ahorro y la planificación tanto en el ámbito familiar como en el empresarial.
En este escenario, la intervención pública en la economía, especialmente en sectores estratégicos como la vivienda, cobra un protagonismo indiscutible. Sin embargo, las políticas actuales parecen insuficientes ante el crecimiento de los precios y la escasez de vivienda accesible. El acceso a una vivienda digna y asequible se convierte así en uno de los grandes retos sociales y económicos para los próximos años.
Santiago Niño Becerra y su voz de alarma
La voz de alerta de Santiago Niño Becerra, economista reconocido y seguido por su capacidad de anticipación y análisis crítico, se produce precisamente en este contexto de cambio e inquietud. A través de su perfil en X, antes Twitter, Niño Becerra advierte que existen dos grandes amenazas para la economía actual: la incertidumbre y la certeza de que se avecinan tiempos complicados.

En sus palabras, la primera de ellas paraliza el consumo y la inversión, pues ni empresas ni ciudadanos se atreven a tomar decisiones importantes cuando el futuro se percibe borroso. La segunda, aún más inquietante, supone la certeza de que lo peor está por llegar, lo que genera un clima de pesimismo colectivo difícil de revertir. Su reflexión se apoya en datos recientes publicados por Crédito y Caución, que confirman la rebaja de las previsiones de crecimiento y el endurecimiento de las condiciones para la actividad empresarial y el empleo.
Niño Becerra va más allá de la coyuntura y pone el foco en uno de los problemas estructurales de la economía española: la crisis de la vivienda. Según el economista, el mercado inmobiliario español arrastra un déficit estructural que se ha agravado con el paso de los años. Las soluciones propuestas hasta ahora, centradas en intervenciones puntuales, no han atacado la raíz del problema.
De hecho, el parque de vivienda social en alquiler en España apenas representa el 1,5% del total, mientras que en la media europea se sitúa cerca del 9%. Esta carencia estructural contribuye al encarecimiento de los alquileres y a la dificultad de emancipación de los jóvenes, cuyas condiciones laborales no les permiten afrontar los precios actuales del mercado.

La reciente entrada en vigor de la nueva Ley de Vivienda, lejos de aliviar la situación, ha reducido la oferta y ha propiciado subidas de hasta el 24% en los precios de alquiler. Esta tendencia dificulta la movilidad laboral y penaliza especialmente a quienes buscan su primer hogar.
Los efectos de esta crisis se extienden más allá de la vivienda. El informe de Comisiones Obreras cifra en más de 410.000 los empleos que podrían crearse si se lograra reducir un 30% el precio de la vivienda en alquiler, lo que supondría también una liberación de recursos para el consumo y la inversión de las familias. El problema no solo afecta a la juventud, sino que repercute en la productividad y en la capacidad de España para retener y atraer talento.
¿Cuál es la solución?
En opinión de Niño Becerra, la solución pasa por repensar la estructura urbana del país y apostar decididamente por la construcción de nuevas ciudades orientadas a la tecnología y la sostenibilidad. A su juicio, el modelo de expansión urbana está agotado y urge una respuesta valiente y planificada que apueste por el alquiler social a gran escala.
Si durante las últimas cinco décadas se hubiera construido suficiente vivienda social, asegura el economista, el mercado no estaría tan tensionado como en la actualidad y los precios serían mucho más accesibles.
La advertencia de Santiago Niño Becerra no es gratuita ni alarmista. El doble filo de la incertidumbre y la certeza de un futuro incierto está frenando el dinamismo económico, agravando desigualdades y ampliando brechas sociales. En un contexto donde las medidas de los bancos centrales parecen no ser suficientes, urge abordar de raíz los problemas estructurales, empezando por la vivienda. Solo así se podrá restaurar la confianza, dinamizar la economía y sentar las bases para un crecimiento inclusivo y sostenido en el tiempo.