La ceremonia en Marín, que cerró la etapa naval de la princesa Leonor, se convirtió en el epicentro de una polémica inesperada. Lo que empezó como un acto solemne con tintes emotivos, pronto empezó a gestar tensiones entre sus compañeros de promoción. Estos no tardaron en manifestar su malestar, por lo que califican como un trato “diferencial” y “premios sin mérito”. En los pasillos de la Academia Naval, el rumor surge con fuerza: “ella no ha hecho nada”, lamentan varios aspirantes.
La concesión de la Gran Cruz del Mérito Naval en Marín
El pasado 16 de julio de 2025 (Virgen del Carmen) en la Escuela Naval Militar el rey Felipe VI impuso a su hija la Gran Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco. Un escalafón que complementa otras ya recibidas. Se trata de la Gran Cruz del Mérito Militar en Zaragoza y la medalla de oro de Galicia.
Con este gesto, la princesa ascendió al grado de guardiamarina de segundo, nivel idéntico al de sus homólogos tras seis meses de formación en el buque escuela Juan Sebastián Elcano.

El acto, presidido por Felipe VI y la reina Letizia, tuvo lugar en la explanada de la academia frente al buque escuela Elcano. El comandante Pedro Cardona, en su discurso, resaltó el alto nivel formativo del centro y calificó la presencia de la princesa como un “orgullo y una responsabilidad”. Sin embargo, fuera del estrado institucional, las reacciones fueron bien distintas. A sus compañeros no les gustó nada este gesto y no están de acuerdo con él.
Quejas internas: ¿justicia o favoritismo?
Algunos de los aspirantes expresan lo que consideran una injusticia histórica. “No ha cumplido los mínimos”, argumentan, recordando las advertencias que recibió en anteriores formaciones por su condición física. Además, la condecoración naval representa la cúspide en categorías destinadas a militares por la ejecución de misiones o servicios distinguidos para la Armada.
En la plaza central de Marín también se escenificó otra controversia: activismos locales protestaron por la presencia real. Galiza Nova y USO Galicia manifestaron su rechazo con carteles y concentraciones, denunciando “privilegios monárquicos” y exigiendo mejoras laborales. No obstante, desde la Xunta y representantes institucionales se consideró un acto como “una muestra de estabilidad institucional y compromiso con la Armada”.

En Alemania ha llamado la atención un momento humano dentro de la formalidad: el rey ayudando a colocar la banda a su hija mientras ella sostenía una espada. Los medios germanos interpretan ese gesto como reflejo de un vínculo familiar cercano pese a la apariencia solemne.
¿Qué viene ahora para la princesa?
Concluida su fase naval, Leonor afronta un breve descanso estival antes de integrarse en su último periodo de formación, en la Academia del Aire, previsto para finales de agosto. Este será su tercer y definitivo filtro militar, y marcará el fin de su recorrido como cadete.
Lo cierto es que el reconocimiento institucional y las tensiones internas han colocado a la princesa en el centro de un debate poco frecuente. Las preguntas son claras ahora. ¿Es legítimo el reconocimiento joven, ¿o debería revisarse el modelo de condecoraciones para no sembrar desigualdad entre quienes, supuestamente, comparten esfuerzo y sacrificio?

Lo que está claro es que desenlace de esta polémica podría abrir conversaciones sobre el papel de la herencia institucional en el mundo militar. Entonces las preguntas son claras. ¿Veremos más voces alzar la voz en futuros actos?