A veces, una simple negativa esconde un mundo de posibilidades. "Oli? No, gràcies", responde Maria Nicolau al recoger un pollo al ast. Pero que nadie se confunda: esa respuesta no es sinónimo de desaprovechar, sino todo lo contrario. Lo que viene después es un canto a la cocina de aprovechamiento, esa que transforma los restos en auténticas joyas culinarias. Y si te gusta el pollo al ast, prepárate: Nicolau te regala una auténtica sinfonía de ideas con sabor, ingenio y, sobre todo, mucho cariño por la cocina de toda la vida.
Los sucs: un tesoro infravalorado
Los jugos del pollo, ese aceite impregnado con todo el sabor del asado, las esquinillas de piel crujiente, los restos de carne… Para Nicolau, todo eso no es "resto", es oro. Oro líquido y sólido, que puede convertirse en la base de infinitas recetas.
Porque, claro, ¿quién no ha sentido pena al tirar esa bandejita aún pringosa tras devorar un pollo al ast? Pues basta ya. Maria Nicolau lo deja claro: eso es el punto de partida.

Ideas que reconcilian con los fogones
¿Macarrones? Fantásticos. Basta con aprovechar esos sucs torradets, añadirles una pizca de la carne que ha quedado y voilà: una salsa casera digna de un domingo en casa de la iaia. ¿Una mayonesa? Sí, como lo oyes: emulsionar ese aceite con huevo, y ya tienes una mayonesa con sabor a pollo al ast, lista para mojar pan, acompañar ensaladas o coronar un bocadillo.
¿Hablamos de bocadillos? Pues sí. Maria propone hacer un biquini –ese clásico catalán de jamón y queso– pero con un giro brillante: añadirle la carne del pollo sobrante y tostarlo en la misma grasa en la que se asó el pollo. Resultado: un emparedado con alma de festín.
Y si crees que aquí acaba, error.

Alta cocina con chips y huesos
Con el aceite sobrante, Nicolau da otro salto magistral: verter unas patatas chips de bolsa, empaparlas bien, y luego usarlas para hacer una tortilla como la que hacía Ferran Adrià. ¿Resultado? Una reinterpretación de la cocina moderna, desde la humildad de una comida de fin de semana.
¿Y los huesos? ¿Y las pieles? Pues caldo. Un caldo robusto, con fondo, de esos que sirven para llenar la casa de aromas, calentar el alma y ser base de miles de platos más.
Y aún hay más: fideos a la cazuela. En una sartén, un poco de ajo, restos de carne, el jugo del pollo, un par de galapats de fideos y ese caldo… y lo que obtienes no es un plato de sobras. Es un festín.
Una lección de cocina con alma
Maria Nicolau no solo da una receta. Da una lección: del pollo no se tira nada. Cada trozo, cada gota de jugo, cada piel chamuscada, es una invitación a cocinar mejor, con más amor y menos desperdicio.
Y eso, más allá del pollo, es una filosofía de vida. Una que sabe a hogar, a memoria y, sobre todo, a alegría.