En el corazón de la Zarzuela, donde las tradiciones ecuestres se entrelazan con la historia de la monarquía española, se gesta una tensión palpable entre la reina Letizia y la infanta Elena.
La pasión de Elena por los caballos, heredada de su abuela y fomentada por su padre, el rey emérito Juan Carlos I, ha sido una constante en su vida. Sin embargo, esta afición, que antaño fue motivo de orgullo familiar, ahora parece ser una fuente de discordia en la Casa Real.
La afición de Elena de Borbón por los caballos
Desde hace décadas, la infanta Elena ha mantenido una estrecha relación con el mundo ecuestre. Su dedicación la llevó a competir en eventos de salto y a cuidar personalmente de sus caballos, algunos de los cuales residen en las instalaciones construidas por orden de Juan Carlos I en los terrenos de la Zarzuela. Estas instalaciones, que incluyen establos y una pista de entrenamiento, fueron concebidas para facilitar la práctica de la equitación sin necesidad de desplazamientos.

Con el paso del tiempo y los cambios en la estructura de la Casa Real, la responsabilidad financiera de mantener estas instalaciones recayó completamente en la infanta Elena. Según informes, ella asume los costos mensuales que incluyen alimentación, cuidados veterinarios, sueldos del personal y otros gastos asociados al mantenimiento de sus caballos. Estas cifras, aunque no oficiales, se estiman en varios miles de euros mensuales.
La reina Letizia, conocida por su enfoque moderno y austero hacia la monarquía, ha mostrado preocupación por estos gastos. Fuentes cercanas indican que Letizia considera que este tipo de desembolsos no se alinean con la imagen que la Casa Real desea proyectar en la actualidad. Aunque la infanta Elena cubre estos gastos de su propio bolsillo, la cercanía de las instalaciones al núcleo de la familia real y su visibilidad pública han generado tensiones.
Muy diferentes entre ellas
Hasta el momento, no ha habido declaraciones oficiales por parte de la Casa Real respecto a esta situación. Sin embargo, expertos en temas monárquicos señalan que este tipo de discrepancias reflejan las diferencias de visión entre los miembros de la familia real.
Mientras que la infanta Elena representa una continuidad de las tradiciones y costumbres arraigadas, la reina Letizia impulsa una imagen más moderna y adaptada a los tiempos actuales.

La opinión pública también se ha dividido. Algunos ciudadanos consideran que la infanta Elena tiene derecho a mantener sus aficiones, especialmente si las financia con sus propios recursos. Otros, en cambio, opinan que, dada su posición y la visibilidad de sus acciones, debería alinearse más estrechamente con la imagen que la monarquía busca proyectar.
Este episodio pone de manifiesto las complejidades internas de la Casa Real y cómo las diferencias personales y de visión pueden influir en la percepción pública de la institución. A medida que la monarquía española navega por el siglo XXI, equilibrar la tradición con la modernidad continúa siendo un desafío constante.