La Casa Real británica atraviesa uno de sus momentos más tensos desde la llegada al trono de Carlos III. Una grieta inesperada ha surgido entre el monarca y su hijo mayor, el príncipe Guillermo, heredero directo al trono. Y no se trata de una discrepancia menor. Esta vez, la ruptura ha sido pública, notoria y extremadamente dolorosa para ambos.
Todo comenzó con un proyecto urbanístico aparentemente rutinario, aprobado desde el Ducado de Cornualles, cuya gestión recae en manos del príncipe Guillermo. En apariencia, era una operación de ampliación inmobiliaria en Dorset: más de cien viviendas nuevas junto a una zona rural de gran valor patrimonial.
Pero los terrenos adyacentes no eran cualquiera. Se trataba de los que rodean Max Gate, la casa histórica donde vivió el escritor Thomas Hardy, autor fundamental en la literatura inglesa.

Una decisión mal calculada
La aprobación de estas viviendas ha desatado la furia de los colectivos defensores del patrimonio. Intelectuales, historiadores y expertos en urbanismo han criticado con dureza la decisión del heredero. Uno de los más vehementes ha sido Julian Fellowes, creador de Downton Abbey y presidente de la Sociedad Thomas Hardy, quien ha calificado la medida como "una muestra de absoluta falta de conciencia".
Lo que muchos esperaban era una intervención de última hora. Que Guillermo, consciente del valor histórico del enclave, paralizara el proyecto. Pero no fue así. El silencio del príncipe durante todo el proceso ha sido visto como indiferencia o, peor aún, como desprecio hacia el legado cultural británico. El daño ya estaba hecho.

La reacción del rey y el error imperdonable
El rey Carlos III, conocido por su activismo medioambiental y su defensa del patrimonio, no tardó en reaccionar. Según fuentes cercanas a Buckingham, su enfado ha sido monumental. El monarca considera que su hijo ha traicionado principios esenciales de la monarquía moderna.
La relación entre padre e hijo ha quedado visiblemente afectada. Aunque no ha habido declaraciones oficiales, se sabe que Guillermo ha pedido disculpas en privado. Ha reconocido el error, aunque no públicamente. Su intención, dicen, es frenar el deterioro del vínculo con su padre. Pero el gesto podría haber llegado demasiado tarde.
Críticas que van más allá del círculo real
Este incidente no solo ha calado hondo en la familia Windsor. También ha salpicado a Guillermo políticamente. Parlamentarios locales han exigido explicaciones sobre cómo pudo aprobarse un proyecto así sin consulta pública ni transparencia.
Todo esto llega en un momento delicado para la Corona. La salud del rey Carlos es frágil y la princesa de Gales se encuentra fuera del foco mediático. En este contexto, cada movimiento del príncipe Guillermo tiene más peso que nunca. Y cada error, mayor repercusión.
Pero lo más impactante de todo no es solo la fractura emocional o institucional. Según informaciones filtradas a la prensa británica, el rey Carlos ha retirado temporalmente a su hijo del control directo sobre ciertos activos del Ducado de Cornualles. Varios expertos señalan que esta medida marca un antes y un después en su relación.