En Barcelona, hay locales que conquistan el paladar sin necesidad de fuegos artificiales ni platos de autor. A veces, basta con una receta sencilla, hecha con amor, para marcar la diferencia. Es lo que ocurre con un bar que ha convertido la tortilla de patatas en una experiencia única. Y no lo decimos solo nosotros: hasta la mismísima Carme Ruscalleda.
Este local, que apuesta por la tortilla estilo Betanzos —gruesa, jugosa y con un interior cremoso—, ha logrado que figuras de la alta cocina, como Ruscalleda o su hijo Raül Balam, se dejen ver por sus barras con frecuencia. Y no es para menos: sus tortillas son pura poesía.
Una carta con sabor a tradición y a diversidad
Más allá de la clásica tortilla con o sin cebolla, aquí se despliega un universo de creatividad. Desde la “Cayetana”, con trufa, cebolla caramelizada, jamón ibérico y queso de cabra, hasta la “Maruxa”, con lacón y grelos. ¿Prefieres sabores exóticos? Entonces puedes probar la tortilla de gambas al curry tailandés, una auténtica delicia.

Pero el menú no se queda ahí. Lo completan platos que recuerdan a casa: ensaladilla rusa como la de la abuela (o incluso mejor), esqueixada, croquetas, buñuelos de bacalao y postres que hacen sonreír, como la torrija con helado o el flan de toda la vida. Todo servido en platos de duralex, sobre mesas de formica y con suelos de gres.
Una experiencia gastronómica por menos de 20 euros
La experiencia completa ronda los 20 euros por persona. Una cifra modesta si se tiene en cuenta no solo la calidad del producto, sino también el ambiente acogedor y la misión social que hay detrás. Porque sí, este local no solo cocina bien: también transforma vidas.

Los responsables del restaurante, Vicky Martínez y Liad Finkelstein, apostaron desde el inicio por unir la cocina con el compromiso social. Su equipo está formado por personas en riesgo de exclusión: jóvenes con diversidad funcional o historias personales complejas, que aquí encuentran una oportunidad real, digna y esperanzadora.
Un proyecto que mezcla cocina y justicia social
La propuesta no es solo culinaria, es humana. Los fundadores creyeron que el amor por la cocina podía ir de la mano con la inclusión. Y acertaron. Cada tortilla que sale de sus fogones no solo alimenta, también transmite una historia de dignidad, esfuerzo y segundas oportunidades.
El ambiente del local también suma. Es un sitio que huye de las pretensiones. En su decoración, en sus platos y en su gente hay algo profundamente auténtico. No sorprende que figuras como Ruscalleda lo frecuenten no solo por la comida, sino por lo que representa.
El nombre que ya es leyenda
Hasta ahora, no hemos mencionado el nombre, pero seguro que ya lo intuyes si eres amante de la tortilla: hablamos de Los Tortíllez. Un nombre simpático, cercano, que ya es un referente en Barcelona. Ubicado en dos direcciones clave —Consell de Cent, 299 y Manso, 50—, este pequeño templo de la tortilla sigue demostrando que lo sencillo, cuando se hace con alma, puede conquistar la ciudad entera.