Ya estamos en la semana del partido más importante de la temporada por lo que se refiere al F.C. Barcelona femenino, es decir la inminente final de la Champions que enfrentará este sábado al equipo de Jonatan Giráldez contra el Olympique de Lyon en Bilbao. Sin embargo, todavía se está hablando del último trofeo conquistado por las chicas del Barça, la Copa de la Reina, que ganaron el pasado sábado en Zaragoza, al derrotar a la Real Sociedad por un aplastante 8 a 0.
Ese brillante partido disputado en el estadio de La Romareda ha dejado muchos capítulos para la historia, como los golazos de las jugadoras del equipo culé, su exultante superioridad y la posterior celebración de unas jugadoras que se lo merecen todo. Pero más allá de lo acontecido en el terreno de juego, los focos también se centraron en las gradas del estadio zaragozano, y más concretamente en el Palco, que presidía la Reina Letizia, y en el que también se dio cabida el máximo dirigente del club azulgrana, un Joan Laporta que asistió a última hora a pesar de encontrarse en un avanzado estado gripal.
La indiferencia de la reina
La reina llevaba unos años sin hacer acto de presencia en la final de futbol femenina que lleva su nombre. Esta ha sido la primera ocasión en tiempo que ha vuelto a presidir la final del torneo, aunque a tenor de lo presenciado durnate el transcurso del encuentro, a la reina Letizia el futbol le interesa más bien poco y su indiferencia es muy palpable. El ambiente tampoco es que fuera el ideal para ella, pues tuvo que aguantar el sonoro silbido del himno de España con el que las aficiones catalanas y donostiarras recibieron su interpretación, durante la cual además Leticia tenía muy cerca una estelada hondeando muy cerca de ella.
Pero más allá de sentirse rodeada de un ambiente poco afín a la monarquía y al país que representa, la cara de la reina consorte era todo un poema y, tampoco se molestó demasiado en disimularlo, pues las cámaras la captaron en algunos instantes del partido durante los cuales su rostro era un verdadero poema y en el que se podía detectar perfectamente la expresión de aburrimiento total ante lo que estaba presenciando, que no era otra cosa que una goleada de escándalo de un equipo hacia otro a través de una exhibición incontestable.
La actuación de Letizia durante ese "suplicio" que tuvo que aguantar, se consolidaría en el instante de la entrega de la copa a la capitana del F.C. Barcelona, Alexia Puetellas, posterior al esperpéntico hecho de que las jugadoras se tuvieron que colgar las medallas entre ellas porque nadie de la federación se prestó a ello. Incluso se pudo detectar a Salma Paralluelo, preguntándose "¿Es una broma?", reflexión de la jugadora aragonesa que define a la perfección todo ese esperpento.
Por lo que parece, la jugadora de Mollet del Vallès es de las pocas identificadas por la reina; cuando llegó el momento de concederle el trofeo, la futbolista del Barça tuvo que mantener un exagerado apretón de manos de su majestad durante más tiempo del habitual, en una especie de demostración autoritaria dejando muy clara su postura como reina. Sin embargo, esa tarde aragonesa entre lluviosa y soleada, en la que incluso apareció el arcoíris como una hermosa metáfora de libertad y reivindicación, las verdaderas reinas fueron esas jugadoras del Barça, tan maravillosas como eternas.