El Palacio de los Grimaldi vuelve a vibrar con tensiones internas que esta vez ya no pueden ocultarse. La figura de Charlene, constantemente observada y analizada por los medios y por los ciudadanos de Mónaco, vuelve a estar en el centro. Y, esta vez, no es por sus tristezas o ausencias, sino por una decisión que deja a muchos consternados.
Desde hace tiempo, tal vez desde antes de su boda, la relación de Charlene con el príncipe Alberto atraviesa momentos delicados. Pero ahora ha trazado una línea firme que se está en completa oposición a lo que Alberto quiere. Por lo que se ha conocido, esa postura es muy firme y no es negociable.

Una exclusión que ya no es disimulada
Lo que parecía una omisión casual en una reciente entrevista de Alberto resultó ser intencionado. Al hablar de su legado, no mencionó a Alexandre ni una sola vez. Y detrás de ese silencio, estaba la determinación de Charlene.
Fuentes cercanas confirman que fue ella quien exigió borrar a su hijastro del discurso oficial. Charlene no ve a Alexandre como un recuerdo del pasado, sino como un riesgo presente que se hace más visible de lo que le gustaría a la princesa. El objetivo principal de Charlene, es proteger y blindar la imagen pública de sus hijos Jacques y Gabriella.

Cuando el protocolo choca con lo personal
Alexandre ha ganado visibilidad con su incursión como modelo y figura pública. Las apariciones junto a su padre no han gustado a la princesa. Verlo incluso en los mismos espacios en los que han estado sus hijos, para ella, ha sido el límite.
Charlene no tolera su presencia en actos oficiales ni fuera de ellos. “No quiere ni verlo ni que se le mencione”, aseguran quienes conocen los pasillos del palacio. Para la princesa, es un asunto de protección y control, no es un tema de celos, sino de poder simbólico.

Alexandre, el hijo del príncipe Alberto con Nicole Coste, a pesar de haber sido reconocido, no cuenta con derechos sucesorios. Sin embargo, genera una sombra incómoda que no agrada nada a Charlene.

Un ultimátum que sacude la dinastía
Las tensiones han llegado a un punto crítico. Según las fuentes, Charlene habría planteado a su esposo un ultimátum: límites claros para Alexandre o una ruptura definitiva.
Lo que está en juego es la imagen del trono y la legitimidad de quien un día lo heredará. Jacques es el heredero y su madre está dispuesta a todo por proteger ese lugar. Por ahora, Alexandre ha optado por el silencio y continúa sus apariciones en diversos escenarios de Europa.