Desde que Leonor de Borbón inició su andadura en la vida castrense, cada uno de sus pasos ha estado bajo la lupa mediática. La expectación por ver cómo la heredera al trono se desenvolvía en un entorno tradicionalmente exigente y reservado para unos pocos ha sido constante.
Sin embargo, más allá del protocolo y las fotos oficiales, en los pasillos de las academias militares han circulado todo tipo de comentarios sobre la actitud de la princesa. Esto ha creado un clima de recelo que amenaza con empañar su imagen de futura jefa de Estado.
Un historial de advertencias que no trasciende
No es la primera vez que el nombre de Leonor aparece vinculado a supuestas faltas de disciplina en su formación militar. Durante su paso por la Academia General Militar de Zaragoza, más de un superior reconoció entre dientes que la princesa no destacaba precisamente por su puntualidad. Tampoco se esforzaba en las pruebas físicas.

Las advertencias verbales se sucedieron, aunque siempre de manera discreta, sin dejar rastro en ningún expediente oficial. La estrategia parecía clara: evitar cualquier escándalo que pudiera afectar a la estabilidad de la institución.
El traslado de Leonor a la Escuela Naval de Marín tampoco trajo el cambio esperado. A bordo del Juan Sebastián de Elcano, algunos oficiales describieron una actitud poco implicada en las rutinas diarias, especialmente en las actividades más exigentes. Las amonestaciones, siempre informales, volvieron a acumularse. A pesar de ello, la formación siguió su curso sin sobresaltos públicos, mientras desde la Casa Real se mantenía un discurso de normalidad y compromiso con el deber.
Declaraciones y el blindaje institucional
Las versiones oficiales han insistido en que Leonor es tratada como cualquier otro cadete, aunque reconocen la necesidad de ciertos ajustes por su posición. La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha recalcado en varias ocasiones que su paso por las academias es “un ejemplo” para las nuevas generaciones. De este modo, ha esquivado las posibles sanciones o amonestaciones que la princesa pudiera merecer.

Los responsables de las academias han preferido guardar silencio, conscientes de la repercusión que tendría cualquier filtración sobre la formación de la heredera.
Entre los propios compañeros y parte del profesorado, el debate está servido. Algunos consideran que su presencia supone una presión añadida para todos. Otros ven en ella a una joven que cumple con lo imprescindible, pero sin destacar ni mostrar una verdadera vocación militar.
La percepción de que las advertencias nunca pasan de ahí, y que las consecuencias reales son improbables, empieza a calar también fuera de los muros de la institución.
San Javier, nueva etapa bajo vigilancia
El próximo capítulo de la instrucción de Leonor será en la Academia General del Aire y del Espacio, en San Javier. Allí, el reto será doble: no solo tendrá que adaptarse a la disciplina y exigencias de la vida militar aérea, sino que lo hará arrastrando la sombra de sus anteriores advertencias. Los responsables ya son conscientes de su historial y de las expectativas que genera su llegada.

No obstante, la experiencia demuestra que ninguna amonestación previa ha tenido consecuencias formales. Todo indica que, salvo sorpresa mayúscula, el paso de la princesa por San Javier seguirá el mismo guion: foco mediático, comentarios internos y ningún expediente disciplinario que empañe su currículum.