Un hombre de traje sentado en una sala elegante con banderas al fondo y la imagen de otro hombre mayor enmarcada en un círculo rojo en la esquina derecha

La afición de Felipe VI de la que Juan Carlos I se reía

El talento oculto del monarca que desataba las burlas de su padre y el orgullo de la reina Sofía

La figura del rey Felipe VI se ha consolidado como la de un monarca sereno, preparado - o eso han hecho creer - y meticuloso, el pilar de una institución que ha buscado renovarse a la fuerza. Su imagen pública contrasta con una historia de infancia poco conocida que ahora sale a la luz.

Detrás del Jefe de Estado se esconde un niño sensible y con una marcada vocación artística, una faceta que no solo chocaba con los cánones de la realeza, sino que también se convirtió en una fuente de profundas heridas familiares.

Una reveladora biografía, "Los hombres de Felipe VI" del periodista José Apezarena, ha descorrido el velo sobre este episodio, dibujando un retrato íntimo y sorprendente del entonces príncipe de Asturias que ayuda a comprender la compleja relación que mantiene hoy con su padre, el rey emérito Juan Carlos I.

Un hombre con barba y traje azul aparece en un entorno elegante con cortinas amarillas y una lámpara de fondo.
Felipe VI durante el discurso de Navidad | TV3

‘El bailarín’ de la Zarzuela: el talento que desafió el molde Borbón

En los pasillos del Palacio de la Zarzuela, lejos de los focos y del rígido protocolo, el pequeño Felipe no solo soñaba con ser piloto de helicópteros. Su verdadera pasión se encontraba en la danza clásica, el claqué y el teatro. No era un simple pasatiempo; el joven príncipe se lo tomaba muy en serio. Se enfundaba en mallas, se maquillaba para las representaciones y ensayaba con una disciplina que sorprendía a sus profesores del colegio  Santa María de los Rosales.

Sin embargo, este despliegue de sensibilidad artística no encontró eco en la figura de su padre. Para Juan Carlos I, un hombre forjado en la tradición militar, la caza y los deportes de élite, la imagen de su heredero bailando claqué era más que una excentricidad.

Era, según testigos citados por Apezarena, una afrenta al "molde borbónico". Las burlas no tardaron en llegar. Con un tono cargado de sarcasmo, el emérito comenzó a referirse a su hijo como “el bailarín”, un apodo que, lejos de ser cariñoso, resonaba en palacio como una cuchilla afilada. Cada risa de Don Juan Carlos era una muestra pública de desaprobación que minaba la confianza del joven príncipe.

Una familia posando para una fotografía en blanco y negro con un fondo liso.
Familia Real con los eméritos y los hijos muy jóvenes | Reddit

La Reina Sofía, el refugio de un príncipe incomprendido

Mientras Juan Carlos I despreciaba lo que consideraba una afición "poco masculina", Felipe encontró en su madre, la reina Sofía, a su mayor aliada. Fue Doña Sofía quien cultivó en él el amor por la música y las artes escénicas. Lejos de verlo como una debilidad, ella entendió que esa sensibilidad era una cualidad valiosa. Lo animaba, acudía a sus ensayos y aplaudía con genuino orgullo cada una de sus actuaciones.

Un momento clave que ilustra esta dinámica familiar ocurrió cuando Felipe, con solo once años, interpretó al comendador en la obra Peribáñez y el Comendador de Ocaña. Para su papel, utilizó sin permiso un bastón de su padre.

Aquel gesto, aparentemente inocente, se convirtió en un símbolo de silenciosa rebeldía. Mientras su madre celebraba su talento, su padre veía en ello un motivo más de mofa, sin entender que aquella vocación artística estaba forjando el carácter empático y la capacidad oratoria que hoy definen al monarca.

Dos personas mayores en primer plano con un edificio cubierto de hiedra al fondo
Montaje con una imagen de Sofía de Grecia y su hijo, Felipe VI, con el Palacio de Marivent de fondo | YouTube, Casa Real, XCatalunya

Las cicatrices del desprecio: el origen de una relación rota

Más de cuatro décadas después, la distancia casi gélida que define la relación entre Felipe VI y Juan Carlos I no puede entenderse sin retroceder a estas heridas de la infancia. La brecha emocional que se abrió entonces nunca llegó a cerrarse.

Al desprecio por su faceta artística se sumaron, con los años, los escándalos financieros, las infidelidades y el exilio forzoso del emérito, factores que no hicieron más que dinamitar los puentes que quedaban entre padre e hijo. Sin olvidar el resentimiento que siente Letizia Ortiz hacia su suegro.