La estancia en Marivent se ha cerrado con fotos oficiales y una agenda calculada. La princesa Leonor ha cumplido el guion público donde debía hacerlo. Pero el verano de la heredera tiene un segundo acto. Discreto. Caro. Y pensado para desconectar antes de septiembre.
No es ningún secreto que ni a Letizia ni a sus hijas les gusta la parada en Marivent. A Letizia no le ha gustado nunca. Y sus hijas ya son mayores y quieren hacer su vida, lejos del férreo control al que su madre las ha sometido siempre.
Quien la ha visto saludar en Palma apenas imaginaría su siguiente parada. No será una recepción ni un posado con flores. La prioridad ahora es otra. Descansar, navegar y poner tierra de por medio con el ruido mediático.

De Marivent a un charter en el Egeo: lo que se sabe del plan
El plan que circula en el entorno de la Casa del Rey habla de un yate de alquiler en Grecia. El presupuesto rondaría los 4.000 euros por noche, cifra habitual en embarcaciones de gama media-alta en plena temporada. El grupo sería reducido y cercano. La idea es encadenar islas y fondeos sin interferencias, con salidas tempranas y noches en cubierta.
Los detalles del itinerario se guardan bajo llave. Nadie confirma puerto de salida ni fechas exactas. Ese hermetismo no es casualidad. Evita a paparazzi y miradas indiscretas en marinas saturadas. También permite ajustar la ruta según el viento y la presión mediática del día.
Calendario militar en mente: un paréntesis antes de San Javier
Leonor encara un curso clave. Tras su etapa en la Armada, en septiembre comienza formación en la Academia General del Aire y del Espacio, en San Javier. El calendario le ha dejado, por primera vez en dos veranos, un margen holgado. Mes y medio, aproximadamente, que no volverá a repetirse con facilidad.

Ese paréntesis explica la elección del mar. La heredera ha pasado meses de maniobras, guardias y vida en buque. Elegir un charter civil es casi una continuidad lógica. Sigue el agua, pero sin protocolos. Mismo horizonte, otro ritmo.
Silencio oficial, debate en redes y la eterna factura de los Borbones
En Zarzuela, la respuesta ante viajes privados es la de siempre. No hay comentarios. La reserva es norma, y la logística se coordina con seguridad y sin partes públicos. Ese silencio, sin embargo, alimenta la conversación en X e Instagram. Se discute el precio por noche. Se contrapone el lujo con la imagen de austeridad que la monarquía dice proyectar.
Los partidarios defienden que se trata de vacaciones privadas y coste asumido en ámbito personal. Los críticos recuerdan el contexto. La Corona vive de la confianza. Cada gesto de opulencia pasa factura. Y una cifra de 4.000 euros por noche no es fácil de explicar en un país atento al céntimo.

Control férreo de la imagen: de Palma a la pasarela del Egeo
El verano balear reactivó un patrón ya conocido. Posados breves, comparecencias medidas y trayectos ocultos. La experiencia enseña. Letizia aprendió hace años el daño que causan imágenes robadas. Leonor también ha sufrido la presión de objetivos largos y portadas no deseadas.
En el mar, la privacidad es mayor. Pero no absoluta. Las islas griegas son un escaparate global. Cualquier móvil puede convertirse en exclusiva, y por eso el dispositivo de discreción es esencial. Todavía se recuerda lo que pasó en algunos países de Sudamérica con la filtración de fotos y el consecuente enfado de la Reina Letizia.
La operación descansa en la coordinación de capitanía y marinas con reservas en el último minuto. Se evitan rutas obvias y se limita el tiempo en puerto. Las fotos se publican cuando ya es tarde. El relato se impone al rastro.