Las declaraciones de Juanma Rodríguez sobre Lamine Yamal han encendido la polémica. El colaborador de El Chiringuito no dudó en señalar al joven talento del Barça como un problema dentro del vestuario. Sus palabras no solo fueron duras, también transmitieron un tono de deseo personal de que al jugador le vaya mal.
Añadió además que estaba convencido de que su historia acabaría mal, y que incluso se alegraría de ese desenlace. No es la primera vez que el tertuliano utiliza su espacio para lanzar ataques excesivos contra futbolistas del Barcelona. Su discurso parece más dirigido a provocar titulares fáciles que a aportar un análisis futbolístico serio.
Un joven bajo lupa constante
Lamine Yamal tiene solo 18 años y ya soporta una presión gigantesca. Su irrupción precoz lo colocó en el foco mediático y cualquier gesto es analizado con lupa. No se puede negar que su vida privada genera titulares, pero reducirlo todo a cuestiones de ego es injusto y simplista.

El Barça, por su parte, es consciente del ruido mediático que rodea a su estrella. Hansi Flick pidió calma y trabajo en equipo tras el empate contra el Rayo. Sin embargo, desde algunos sectores se interpretó su mensaje como una crítica directa al joven canterano. Esa lectura forzada fue aprovechada por Juanma Rodríguez para avivar la polémica.
Críticas que rozan la persecución
El periodismo deportivo debería señalar errores con argumentos futbolísticos, no con ataques personales. Lo preocupante es que Rodríguez no solo criticó, sino que expresó alegría ante un posible fracaso del jugador. Ese tipo de comentarios alimentan una narrativa tóxica que no beneficia a nadie.

Muchos aficionados acaban creyendo que Lamine es un futbolista conflictivo. Pero los hechos muestran lo contrario: dentro del césped mantiene una actitud profesional y comprometida. Ha sido decisivo en partidos importantes y no ha dado síntomas de desconexión con el proyecto.
El recuerdo de otros precedentes
El caso recuerda a otros talentos jóvenes que fueron víctimas del exceso mediático. Futbolistas como Ansu Fati o Bojan Krkic sufrieron narrativas similares que condicionaron sus trayectorias. El miedo en el Camp Nou es que la presión externa termine pesando demasiado sobre Lamine. Por eso el club intenta blindarlo.
Rodríguez calificó a Lamine como una "bomba de relojería". Los comentarios de Rodríguez no ayudan en este proceso. Más bien lo contrario: colocan al jugador en el centro de una tormenta innecesaria. Se trata de un chico que todavía está creciendo, que debe cometer errores y aprender de ellos. Demonizarlo antes de tiempo solo favorece a quienes disfrutan viendo caer a los jóvenes talentos.
La necesidad de un periodismo más responsable
El periodismo debería acompañar el desarrollo de los jugadores con críticas constructivas. Señalar problemas de ego puede tener sentido si se apoya en hechos claros y contrastados. Pero alegrarse públicamente de un posible fracaso resulta dañino e irresponsable.
El propio Lamine ha optado por mantener silencio y concentrarse en jugar. Una estrategia inteligente que evita alimentar el espectáculo televisivo. Su respuesta está en los goles, las asistencias y la magia sobre el césped. Allí es donde debe seguir demostrando por qué es uno de los mayores talentos del fútbol mundial.
Atacar por atacar no es periodismo
La crítica de Juanma Rodríguez evidencia cómo parte del periodismo se ha convertido en espectáculo. Se prioriza la provocación antes que el análisis futbolístico real. En el caso de Lamine, esa actitud es todavía más injusta porque hablamos de un jugador en plena formación.
El Barça necesita protegerlo y el fútbol español debería celebrarlo, no hundirlo. Rodríguez debería reflexionar, porque su mensaje no aporta nada más allá del ruido.