Un bebé sentado en primer plano con expresión de sorpresa, una bandera de Marruecos y edificios de fondo en una plaza urbana

Ni Marc ni Pol: El nombre más común en los bebés del Pla d'Urgell es árabe

Aliança Catalana lo ha denunciado en su cuenta de X.

La reciente publicación del Idescat ha generado una fuerte sacudida en el Pla d'Urgell. Según los datos del Instituto de Estadística de Catalunya, el nombre más puesto a los bebés nacidos en esta comarca durante 2024 no ha sido ni Marc, ni Pol, ni Martí… Ha sido Mohamed.  Sí, Mohamed.

Una estadística que no es anecdótica

Algunos intentarán restarle importancia al dato, diciendo que es una simple coincidencia o que no tiene mayor trascendencia. Pero cuando un nombre de origen árabe se convierte en el más común en una comarca históricamente rural, profundamente ligada a la identidad catalana, es evidente que no estamos ante una mera anécdota. 

Este fenómeno no es exclusivo del Pla d'Urgell. En muchas otras comarcas, barrios y municipios de Catalunya, los nombres árabes escalan posiciones en las listas año tras año. Y no por una cuestión de moda, sino por una realidad imparable: la inmigración masiva está transformando el país de arriba a abajo.

Una mujer con chaqueta azul floral habla frente a dos micrófonos mientras detrás se observa una manifestación con banderas y pancartas.
Montaje con Sílvia Orriols y una parada de Aliança Catalana | XCatalunya

¿Un cambio natural o una sustitución cultural?

Quienes se esfuerzan en vendernos una Catalunya “diversa” y “abierta al mundo” suelen evitar responder a una pregunta clave: ¿qué pasa con la cultura propia cuando una parte creciente de la población no la comparte, no la respeta o directamente la ignora?

Que los más populares dejen de ser catalanes y pasen a ser foráneos dice mucho más de lo que parece. Es una forma de desplazamiento cultural silencioso. Una sustitución demográfica que avanza sin freno, mientras las élites políticas y mediáticas miran hacia otro lado o, peor aún, lo celebran como un signo de “progrés”.

Un grupo de personas posando en las escaleras de una iglesia, sosteniendo una bandera estelada y una pancarta azul de Aliança Catalana
Militantes y simpatizantes de Aliança Catalana en Girona. | Aliança Catalana

El fracaso de la integración

Hace años que los partidos del “bonisme” nos repiten como un mantra que todo se resolverá con integración. Que la inmigración enriquecerá nuestra cultura. Que los nuevos catalanes aprenderán la lengua, compartirán los valores y respetarán la tierra que los acoge.  Pero la realidad se impone: el modelo ha fracasado.

Hoy tenemos barrios enteros donde el catalán ha desaparecido. Escuelas donde no se escucha una sola palabra en nuestra lengua. Y cifras como esta —Mohamed, el nombre más común en una comarca catalana— que reflejan cómo los discursos de la multiculturalidad han servido para diluir nuestra identidad, no para reforzarla.

¿Quién defiende a los catalanes?

Frente a este panorama, solo hay una formación política que se atreve a decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a expresar: Aliança Catalana. Mientras PSC, ERC y Junts siguen obsesionados con cuotas, inclusividad forzada y discursos vacíos, Aliança Catalana planta cara a la desnaturalización del país.

Lo hace con firmeza, sin complejos y con una prioridad clara: salvar Catalunya abans que sigui massa tard. Porque no se trata de odiar al otro. Se trata de defender lo propi. De garantizar que nuestros hijos crezcan en una sociedad que les hable en su lengua, que celebre sus tradiciones y que no les haga sentir extraños en su propia tierra.

Mohamed no es solo un nombre

Mohamed es un símbolo. El reflejo de una política que ha renunciado a proteger lo que somos. Cada vez que un niño llamado Mohamed encabeza las listas de nombres en Catalunya, no es él quien tiene la culpa.

La responsabilidad es de quienes han permitido que la inmigración se convierta en un fenómeno descontrolado, sin criterios ni voluntad de integración real. Catalunya merece algo mejor. Y todavía estamos a tiempo de recuperarlo. Pero para ello hace falta valor, decisión y, sobre todo, dejar de fingir que no está pasando nada.