El Gobierno ha vuelto a acaparar titulares tras conocerse que la Presidencia destinará 110.000 euros en el próximo año a suministrar refrigerios y productos de alta gama para las reuniones oficiales en el Palacio de la Moncloa. Una cifra que ha despertado críticas y comentarios entre la opinión pública, especialmente en un momento de alta sensibilidad social por el coste de la vida y las dificultades económicas de muchas familias.
Una costumbre bien cuidada
No es la primera vez que trasciende la atención que Pedro Sánchez presta a los detalles gastronómicos durante sus reuniones. Ya en el pasado, sus preferencias culinarias, como su famoso chuletón al punto, generaron tanto simpatía como polémica. En esta ocasión, el foco está en el abastecimiento regular de snacks y bebidas para las reuniones de trabajo.
La justificación del contrato, licitado por el Ministerio de la Presidencia, es clara: ofrecer un refrigerio de calidad a las visitas y altos cargos que participan en reuniones estratégicas. Según detalla la memoria justificativa, la medida responde a la necesidad de “asegurar un servicio de atención adecuado y acorde con la naturaleza de los actos institucionales”.

Normativa y protocolo
El contrato se apoya en el Real Decreto 890/2023, que asigna a los Altos Cargos de la Presidencia funciones de asesoramiento y asistencia tanto al presidente como a la ciudadanía, coordinando políticas estratégicas del Gobierno. En este marco, es habitual que, durante los encuentros oficiales, se ofrezcan bebidas y alimentos a los asistentes.
La licitación exige además que todos los productos sean de "primera calidad", manipulados y almacenados siguiendo estrictamente la legislación vigente. Los suministros se realizarán semanalmente o en pedidos extraordinarios con un plazo máximo de entrega de 72 horas, garantizando siempre la disponibilidad para las reuniones programadas.
Entre la broma y la crítica
El gusto de Pedro Sánchez por cuidar los pequeños detalles durante las reuniones ha sido objeto de comentarios recurrentes. No hace mucho, durante una reunión del Consejo de Seguridad Nacional celebrada en plena crisis por un apagón que afectó a todo el país, Sánchez fue sorprendido por los micrófonos mientras bromeaba con sus ministros sobre la eterna disputa culinaria: “¿Tortilla con cebolla o sin cebolla?”.

El momento, grabado y difundido en redes, generó reacciones encontradas, desde quienes vieron una muestra de cercanía hasta quienes lo consideraron una falta de seriedad en una situación crítica.
A esta anécdota se suma el ya célebre episodio del chuletón al punto, cuando el presidente manifestó su desacuerdo con la recomendación de reducir el consumo de carne por motivos ecológicos, defendiendo públicamente su preferencia por el clásico corte de carne española.
Una tradición gastronómica... institucionalizada
Las comidas informales tras las reuniones del Consejo de Ministros, donde la tortilla de patatas es el plato estrella, forman parte ya de la cultura interna del Gobierno. Estos almuerzos, según fuentes de Moncloa, fomentan la camaradería entre los miembros del Ejecutivo y contribuyen a un ambiente de trabajo distendido.

Sin embargo, el coste de estos "pequeños lujos" no pasa desapercibido para una parte de la ciudadanía que cuestiona si este tipo de gastos son prioritarios, especialmente en tiempos de ajustes presupuestarios y contención del gasto público.
Lo que finalmente incluye el contrato
Aunque la cifra global —110.000 euros— ya había llamado la atención, no fue hasta la publicación detallada del contrato cuando se conocieron los productos específicos que se servirán en La Moncloa durante los próximos 12 meses.
Entre los productos incluidos están refrescos de cola, naranja y limón (con o sin azúcar), cervezas con y sin alcohol, agua mineral natural y con gas, frutos secos, patatas fritas y pan tostado. Todo ello, bajo la premisa de ser siempre de “primera calidad” y con un servicio logístico que garantice su conservación y entrega en condiciones óptimas.
Así, mientras algunos critican el gasto, otros ven en esta atención al detalle una manera de proyectar una imagen de profesionalidad y hospitalidad en el corazón político del país. Lo que está claro es que, una vez más, hasta el menú de La Moncloa se convierte en tema de debate nacional.