El reciente apagón eléctrico que sufrió España el pasado 28 de abril ha dejado mucho más que molestias pasajeras y titulares alarmistas. Lo que parecía un incidente aislado ha desatado un profundo debate sobre la fiabilidad del sistema energético del país, especialmente en sectores altamente dependientes del suministro constante de electricidad.
Las consecuencias económicas empiezan a notarse, y algunas empresas ya están manifestando su preocupación de forma clara y directa. Lo más grave no es el apagón en sí, sino la imagen que deja de cara a inversores internacionales que operan desde hace años en España y ahora cuestionan su viabilidad.
Uno de los primeros en alzar la voz ha sido un alto ejecutivo de una compañía multinacional clave para la economía de regiones como Galicia. Y sus palabras no han pasado desapercibidas: duda abiertamente de que puedan seguir operando en el país si estas situaciones se repiten.

Un proceso que no admite errores
La empresa afectada no trabaja con bienes de consumo ni con productos de rotación rápida. Su operación está basada en procesos continuos, de altísima demanda energética, donde un corte eléctrico no solo interrumpe el trabajo, sino que destruye directamente parte de la infraestructura productiva.
Eso fue exactamente lo que sucedió: el apagón dejó inutilizadas decenas de cubas electrolíticas que son esenciales para su actividad. Y reiniciar este sistema no es como encender un interruptor: implica días, incluso semanas de trabajo, millones de euros en inversión y un esfuerzo humano extraordinario.

Pese a que ya se está trabajando para recuperar parte de la producción, las cifras no invitan al optimismo. Apenas entre un 8% y un 10% de las cubas han sido reactivadas desde el incidente. Y el coste de recuperación completa aún no ha sido revelado oficialmente.
Riesgos para el empleo y la inversión
La preocupación no es solo técnica. Lo que está en juego son más de 1.000 empleos directos en una zona que depende en gran parte de esta industria. Las declaraciones del presidente mundial de la empresa han sembrado inquietud tanto en la plantilla como en las autoridades locales y autonómicas.
El mensaje ha sido claro: “Si la red no es capaz de garantizar la continuidad del suministro, será muy difícil mantener un negocio de este tipo en ese país”. La frase ha circulado con fuerza entre medios económicos y políticos, que temen que este sea el primer aviso de una retirada progresiva.
La empresa ha hecho llegar su malestar a través de los canales oficiales, pero también en foros internacionales. De hecho, las declaraciones del presidente se produjeron durante un evento en Melbourne, dejando claro que la imagen de España como destino industrial se ha resentido fuera de nuestras fronteras.
Una reflexión sobre el modelo energético
Este episodio vuelve a poner sobre la mesa las tensiones entre transición ecológica y fiabilidad del sistema. España ha apostado con fuerza por las energías renovables, pero estos cambios deben ir acompañados de redes robustas, bien planificadas y resistentes a eventos imprevistos.
Para empresas como esta, un solo apagón puede implicar pérdidas irreparables. La modernización energética no puede pasar por alto la necesidad de ofrecer garantías básicas de suministro. Y lo ocurrido a finales de abril ha demostrado que todavía hay mucho camino por recorrer.
Los gobiernos —tanto estatal como autonómicos— tendrán que actuar rápido si no quieren que este caso se convierta en precedente. Porque si una gran empresa se marcha, otras podrían seguir el mismo camino.
Y la empresa que lanza esta advertencia es Alcoa
Finalmente, el nombre que todos querían confirmar: la empresa que ha puesto en duda su continuidad en España es Alcoa. La multinacional estadounidense, una de las mayores productoras de aluminio del mundo, está evaluando seriamente si puede seguir operando en su planta de San Cibrao, en Lugo.
Un golpe potencialmente devastador para el empleo, la industria nacional y la imagen del país como destino de inversión industrial. Y todo por un apagón que podría tener consecuencias mucho más largas de lo que dura la oscuridad.