El mes de julio termina en Catalunya con un balance hídrico que habría parecido imposible hace apenas un año. A pesar del calor intenso y la alta demanda propia de estas semanas, los embalses de la cuenca interna catalana sólo han reducido su capacidad en un 1,87 % durante los últimos treinta días. Se trata de un descenso suave, especialmente si se compara con las caídas bruscas que se vivieron en otros veranos recientes, y se cierra el mes en un 77,21 % de llenado total, uno de los mejores registros de cierre de julio de la última década.
El relato de este mes es el de una gestión eficaz y de un sistema que ha sabido resistir varias etapas de presión. Tras un arranque de julio marcado por la estabilidad, el protagonismo lo tomaron las lluvias, que provocaron subidas notables e incluso puntualmente inusuales en algunos pantanos como el de Foix, que sobrepasó el 100 % y forzó desembalses para evitar nuevos episodios de desbordamiento en la costa.
Lejos de generar preocupación, esa gestión preventiva permitió absorber el impacto meteorológico y mantener la seguridad de municipios costeros como Cubelles o Cunit, mientras que otros embalses aprovecharon el agua caída para recuperar volumen. La segunda quincena trajo una lógica estabilización: tras la tregua, las reservas han bajado apenas unas décimas diarias, pero siempre con un colchón de seguridad mucho mayor que el de veranos anteriores.

Impensable en 2024
El contraste con julio de 2024 no puede ser más claro. Hace justo un año, los embalses catalanes apenas alcanzaban un 35 % de capacidad, con restricciones a la vista y una sensación generalizada de emergencia. Este año, La Baells y Sant Ponç han mantenido una estabilidad ejemplar y terminan el mes con porcentajes superiores al 90 % y al 88 % respectivamente.
Sau, que tantas veces fue símbolo de alarma, cierra julio muy por encima del 60 %, igual que Susqueda y La Llosa del Cavall, ambos por encima del 80 %, y con Foix rondando de nuevo el lleno total tras su vaciado y posterior rápida recuperación. La tendencia ha sido la misma en la mayoría de los grandes embalses del sistema, con pequeñas subidas intercaladas y descensos mínimos, lo que ha permitido mantener el optimismo y la seguridad en el abastecimiento de agua.
Sin embargo, no todo son buenas noticias. El balance positivo tiene dos excepciones claras, una en cada gran cuenca. En la cuenca interna, el embalse de Riudecanyes ha seguido perdiendo volumen y cierra julio con apenas un 38,93 % de su capacidad. La falta de lluvias directas y el elevado consumo agrícola han impedido que este embalse acompañe la recuperación del resto, lo que mantiene la preocupación de agricultores y ayuntamientos de la zona.
En la cuenca catalana del Ebro, la excepción es el pantano de Guiamets, que termina el mes en el 12,41 %, una cifra extremadamente baja y que, pese a las mejoras en otros embalses de la zona, no ha logrado revertir la situación del año anterior.
El resto de embalses catalanes de la cuenca hidrográfica del Ebro, por el contrario, cierran el mes en una situación envidiable, casi todos con niveles que doblan o triplican los de hace un año. Riba-roja d’Ebre se mantiene en el 90 %, Cavallers y Terradets superan ampliamente el 80 y el 90 %, respectivamente, y otros grandes como Canelles, Oliana, Rialb o Talarn se sitúan muy por encima del 75 % de capacidad. Incluso Camarasa y Oliana, que habitualmente sufren más el desgaste del verano, acaban el mes en cifras claramente superiores a las de 2024.