Las mañanas de verano suelen invitar a la calma y al descanso anhelado. Sin embargo, para miles de conductores, el sueño estival se transforma en una prueba de paciencia. El asfalto se convierte en un estacionamiento improvisado bajo un sol implacable.
La imagen de coches avanzando a paso lento es una estampa recurrente en estas fechas. Un nuevo episodio de congestión ha puesto de manifiesto la tensión que soportan las principales arterias del país. El destino de playa o montaña debe esperar cuando la carretera dicta sus propias reglas.
Un nudo viario bajo presión constante
La situación se materializó con una importante complicación en la autopista AP-7. Concretamente, el tramo afectado se situó entre las localidades de Martorell y Gelida. Los vehículos que circulaban en sentido sur se encontraron con una densa caravana.

La información fue confirmada por el Servei Català de Trànsit a través de sus canales oficiales. Las retenciones alcanzaron hasta cinco kilómetros de longitud durante la mañana del sábado. Este incidente subraya la vulnerabilidad de un corredor esencial para la movilidad en la región. La AP-7 no es una autopista cualquiera, sino la columna vertebral del Mediterráneo.
Este eje viario conecta la frontera francesa con el sur de la península. Su papel es fundamental para el transporte de mercancías y el turismo internacional. Desde la liberalización de sus peajes, el volumen de tráfico ha experimentado un crecimiento exponencial.
Este aumento ha traído consigo un incremento notable de la congestión en puntos estratégicos. El tramo entre Martorell y Gelida es conocido por ser uno de esos cuellos de botella. La orografía y la confluencia de varios accesos complican la fluidez de la circulación habitualmente.
El epicentro de la operación salida de agosto
El colapso circulatorio no ha sido un hecho fortuito ni aislado en el calendario. Ocurrió en pleno puente del 15 de agosto, una de las fechas más críticas del año. Millones de ciudadanos se desplazan por la red viaria nacional durante estos días.
La Dirección General de Tráfico ya había advertido de la intensidad prevista. Se trata de un fin de semana que combina el cambio de quincena vacacional con escapadas cortas. El resultado es una presión extraordinaria sobre las carreteras más transitadas del territorio. La AP-7, en su recorrido por el arco mediterráneo, se lleva una de las peores partes.

La jornada del sábado, como la del suceso, está marcada en rojo por las autoridades. El flujo de vehículos hacia las zonas costeras alcanza su punto álgido en esas horas. Las familias inician sus vacaciones mientras otras regresan a sus hogares.
Este cóctel de movimientos simultáneos satura la capacidad de la infraestructura viaria. Por ello, las retenciones se convierten en una consecuencia casi inevitable del éxodo estival. Los cinco kilómetros de atasco son un claro síntoma de esta problemática recurrente.