Antes de analizar cómo las marcas distorsionan sus productos, conviene situarse en el contexto económico actual. Tras varios meses de inflación persistente, Argentina reportó en mayo de 2025 una subida mensual del 1,5 %—su tasa más baja en cinco años—mientras en Europa se mantiene por debajo del 2,4 %, aunque los costes siguen elevados y los consumidores están muy atentos a su poder adquisitivo.
Es en este escenario que las empresas recurren a tácticas como la reduflación y la cheapflation. La OCU ya ha advertido sobre su presencia en productos populares, generando preocupación a nivel global.
Qué es la reduflación y cómo te afecta
La reduflación consiste en mantener el precio de venta mientras se reduce el peso o volumen del producto. En España la OCU analizó flanes en supermercados: el de vainilla de Danone pasó de 100 g a 95 g, pero subió un 4 % su precio. Este fenómeno forma parte de la estrategia de las marcas para proteger márgenes sin elevar tarifas, y suele pasar desapercibido al cliente, salvo que se revise el precio por unidad.

Este tipo de práctica es legal, siempre que el envase lo indique. Sin embargo, desde el punto de vista reputacional puede ser una bomba de relojería. Según Gartner, el 62 % de los consumidores abandonarán una marca si detectan reducciones ocultas.
Sustituciones en la receta: cheapflation
La cheapflation va más allá del tamaño: altera la composición del producto usando ingredientes más baratos. Ejemplos detectados incluyen marcas que sustituyen aceite de girasol por aceite de colza o reducen el contenido de huevo en flanes. Esta práctica, aunque también legal si se declara en el etiquetado, puede dañar la percepción de la marca si el consumidor se da cuenta del cambio en la calidad o sabor.
Una investigación publicada por PuroMarketing explica que no se trata solo de reducir cantidad, sino de modificar ingredientes clave gndiario.compuromarketing.com. Cuando las marcas prescinden de componentes esenciales, se compromete la experiencia del producto, con un impacto a medio plazo en la confianza de los clientes.

Las respuestas del consumidor y del regulador
La OCU ha solicitado que la legislación española obligue a informar claramente sobre reducciones de cantidad o calidad, tanto en envase como en los lineales. Asimismo, países como Francia y Alemania ya exigen etiquetar estos cambios de manera visible.
Por su parte, el presidente ejecutivo de Calidad Pascual, Tomás Pascual, mantiene que reducir cantidad puede ser aceptable siempre que el consumidor esté informado: “es preferible reducir cantidades antes que subir precios”, siempre que haya transparencia. Este enfoque responsable distingue lo ético de lo engañoso.
Riesgos y oportunidades en la confianza
A corto plazo, reduflación y cheapflation ayudan a sostener precios en cestas básicas. Pero a medio y largo plazo, ponen en riesgo la lealtad. Un 62 % de los consumidores abandonaría una marca tras identificar estas prácticas. Además, el auge de las marcas blancas o privadas puede acelerar el abandono de las marcas tradicionales.

Por esto, algunas empresas apuestan por la transparencia total. Informar sobre cambios, destacar los precios por unidad, e incluso lanzar líneas de menor tamaño reconocidas por su ahorro, pueden ser tácticas bien recibidas por un consumidor cada vez más sensible.