Nos adentramos en la máquina del tiempo y viajamos a la antigüedad. En concreto, a la Tarragona de finales del siglo XVIII. Ya superada la edad medieval, son épocas de cambio en la sociedad catalana; especialmente, en el ámbito comercial.
Es 18 de septiembre de 1751 y un obrador de cera se atreve a inaugurar una tienda donde decide vender las velas y los cirios que produce en su fábrica. El espacio destinado a la venta está dentro de la propia industria, pero dispone de sus propios escaparates, mostradores y estanterías. Esto, hoy, no supondría ninguna noticia de alto calibre, desde luego; una tienda más.
Sin embargo, aquel día de hace 273 años, la Casa Corderet se convertía en la primera tienda de la historia en Catalunya. Es cierto, hay que decirlo, que, previamente, Casa Petit (fideero y semolero) y Casa Llima-Roca (textiles), ya habían destinado un espacio de sus industrias a la venta de sus producciones. Pero, como no instalaron escaparates ni estanterías, no se les puede considerar tienda; son los dos únicos que lo hicieron antes que Casa Corderet.
De dónde surge esta innovación
En este punto es importante destacar que, por aquellos entonces, las velas y los cirios eran considerados como productos de lujo. Por eso, Casa Corderet no quería mostrar a la población sus producciones en mugrientos almacenes u obradores y tomó esta decisión. Eso sí, los predecesores y mayores influyentes en esta tendencia son los ingleses, los franceses y los neerlandeses.
Así pues, Casa Corderet, que, por cierto, sigue abierta a día de hoy, es la tienda más antigua de Catalunya y, ojo, la tercera en toda Europa. A diferencia del 1751, ahora las velas y los cirios no están destinados únicamente destinados a la aristocracia y cualquier persona puede acercarse al comercio para llevarse alguno de sus productos.
En los hogares de las clases más bajas se alumbraban con aceite, mientras que en las casas con mayor poder adquisitivo, así como en templos religiosos y palacios, se utilizaba cera. Por ejemplo, el palacio del arzobispo, la catedral y los templos sufragáneos se iluminaron con cera de la Casa Corderet. También lo hicieron la Casa Consistorial y los palacetes caserones de las oligarquías locales.