Las inundaciones que han devastado Paiporta, en la Comunidad Valenciana, han dejado historias desgarradoras de pérdidas materiales y luchas por sobrevivir. Entre esos relatos de desesperación y esperanza está el de Lluïsa, una vecina de 74 años, y su marido Juan, de 78, quienes lograron salvarse de milagro. En medio del caos de agua y barro, la pareja vivió momentos de angustia mientras veían cómo el agua arrasaba con todo en su hogar. "Estamos vivos de milagro", afirma Lluïsa, aún conmocionada. Su testimonio, recogido por Vilaweb en un gran trabajo periodístico de Ángel García y Montse Dolcet, describe el horror de una noche que nunca olvidarán.
La pesadilla comenzó mientras Lluïsa y su marido veían su telenovela en la televisión. De repente, el agua comenzó a entrar rápidamente por la puerta de su casa. Juan intentó salir para ver qué ocurría, pero terminó atrapado entre la reja de hierro y la puerta de entrada debido a la presión del agua, que le impedía volver a entrar o salir. Lluïsa, impotente, escuchaba los gritos de su esposo mientras el agua seguía subiendo. "Todo pasó tan rápido… En pocos minutos, el agua ya me llegaba a la cintura y pensé que me ahogaría", relata, con la voz entrecortada.
Con mucho esfuerzo, Lluïsa logró llegar al patio interior de su casa, donde tiene unas escaleras que conducen a un desván cubierto. Esta pequeña área elevada fue su salvación. A los pocos minutos, la presión del agua terminó por derrumbar la puerta y la corriente llevó también a su marido, entre golpes y brazadas aleatorias, a las mismas escaleras.
Desde allí, miraba cómo el agua invadía todas las habitaciones de su hogar, llevándose consigo muebles, recuerdos y objetos personales. Solo quedó una gran mesa en el salón, con algunas botellas de licor intactas. "Mira qué gracia, ¡si no bebemos!", dice, esbozando una sonrisa amarga. Pero al ver un álbum de fotografías que logró salvarse, su rostro vuelve a cambiar. "Lo hemos perdido todo. Solo nos queda un álbum de fotos", comenta, mientras las lágrimas comienzan a caer.
"No sabemos qué habríamos hecho sin él"
En medio de la catástrofe, Lluïsa y Juan encontraron ayuda en un joven policía local de Barcelona que había llegado en su moto para asistir a los damnificados de forma altruista. Este voluntario pasó todo el día ayudándolos a retirar los muebles y electrodomésticos dañados por el agua. "No sabemos qué habríamos hecho sin él", dice Lluïsa con gratitud. El policía les ayudó a vaciar la casa, sacando la nevera, el lavavajillas y otros objetos que habían quedado inservibles.
Mientras observan su hogar devastado, Lluïsa intenta rescatar algunos platos y vasos del patio, donde han quedado restos de la vajilla. "Espero que, si los lavo bien, pueda seguir usándolos. Ya no tengo edad para comprar una vajilla nueva", comenta, mostrando la resignación de quien ha perdido casi todo, pero conserva la esperanza de reconstruir lo poco que le queda.
En un rincón del patio, una pequeña estatua de San Pancracio ha sobrevivido a la inundación. Para Lluïsa, esta figura tiene ahora un significado especial, como símbolo de protección en medio del desastre. También logró rescatar algunas prendas de abrigo que había colgado en el desván. "Es lo único que me queda. Mañana me pondré algo de esto", dice, mirando las pocas piezas de ropa que se han salvado.
"Lo hemos perdido todo"
Mientras tanto, Juan, visiblemente afectado, prefiere guardar silencio. Para él, la prioridad es limpiar y remover los restos de barro que han quedado en su hogar. Las paredes de su casa, marcadas por el nivel que alcanzó el agua, son un triste recordatorio de la magnitud de la catástrofe. La pareja no tiene luz, y la única lámpara que ha sobrevivido, llena de lágrimas de cristal, cuelga en el salón como un eco de lo que fue su hogar.
La historia de Lluïsa y Juan es similar a la de su hija Ana, quien vive en una planta baja en la misma calle. Ana también perdió todo cuando su hogar fue engullido por el agua. Para salvarse, tuvo que saltar al balcón interior de su vecina, quien la acogió. Ahora, mientras friega el barro de las paredes de su casa, Ana explica que no podrán ir a trabajar en varios días debido a los daños. "Necesitamos trabajar, pero ahora tenemos que reconstruir todo este desastre", afirma, mientras intenta limpiar el barro que parece no querer desprenderse.
La tragedia que han vivido Lluïsa, Juan y Ana es solo un reflejo de la devastación que la inundación ha dejado en Paiporta. Para ellos, la ayuda de voluntarios y vecinos ha sido fundamental en este proceso de reconstrucción, en el que intentan recuperar la normalidad en medio del desastre. "Ha sido una catástrofe. Lo hemos perdido todo", sentencia Lluïsa, mirando con nostalgia lo poco que le queda.