En un mundo en el que cada vez se paga menos con billetes y monedas, y más con tarjetas o móviles, enseñar a los niños el valor del dinero parece más complicado que nunca. ¿Cómo explicarles qué cuesta ganarlo, qué significa ahorrar o cómo distinguir entre un gasto necesario y un capricho pasajero? Muchos padres se hacen esta pregunta, especialmente cuando los peques piden comprar algo con el mismo entusiasmo con el que aprietan un botón en una app. Pero hay una herramienta que puede marcar la diferencia: la lectura.
Algunas editoriales han dado en el clavo con propuestas que no solo entretienen, sino que también educan a los más pequeños en algo tan fundamental como la gestión económica personal. Sin que se den cuenta, y casi como si fuera un juego, estos títulos consiguen sembrar en los niños conceptos como el valor del esfuerzo, la importancia del ahorro o el poder de la elección consciente.

Aprender economía jugando con las páginas
Todo empieza en un lugar tan cotidiano como un mercado. Entre puestos de fruta, pan y flores, los niños descubren sin darse cuenta que hay un orden en ese caos aparente. Comprar, vender, intercambiar, pagar… El libro ¡Al mercado!, ilustrado con mimo y sin una historia fija, permite que sean los propios pequeños quienes inventen lo que ocurre en cada página. Una forma de aprender cómo funciona el mundo real desde los dos años.
Después llega el turno de las grandes preguntas. ¿Por qué existe el dinero? responde justo a eso a través de un paseo en familia al supermercado. El dinero deja de ser solo un papel o una moneda para convertirse en una herramienta que ha evolucionado con los siglos y que, bien usada, puede mejorar la vida.

Métodos japoneses, verdades universales
Cuando los niños reciben su primera paga, también llegan las primeras decisiones: ¿lo gasto todo? ¿Guardo una parte? ¿Lo comparto? Mi primer kakebo adapta el método japonés de ahorro al lenguaje infantil con tablas, dibujos y retos que invitan a reflexionar sin agobiar.
En esa misma línea, Dinero. Cómo ganarlo, ahorrarlo, gastarlo y donarlo va un paso más allá. A partir de los 9 años, los lectores descubren cómo funcionan las fábricas, por qué existen las criptomonedas, y cómo muchas veces la publicidad nos manipula. Lejos de ser un tratado denso, este libro es una guía ágil, con ejemplos reales y un tono cercano que engancha.
Y, por último, la gran sorpresa
Uno podría pensar que hablar de fondos de inversión a un niño es como enseñarle álgebra a un gato. Pero Mi primer fondo de inversión desmonta ese mito. Mediante un restaurante como metáfora, los pequeños entienden cómo se agrupan los ahorros de muchas personas, cómo los gestiona un experto, y por qué es clave diversificar. Todo ello, salpicado de tiras cómicas y hasta referencias a blockchain.
Un aprendizaje silencioso pero poderoso: que el dinero no solo se gasta, también se piensa. Que ahorrar no es aburrido, sino liberador. Que elegir es una forma de poder. Y que hay libros que no solo enseñan a leer... también enseñan a vivir.