Un hombre de cabello corto y barba aparece en primer plano frente a la entrada del Instituto Nacional de la Seguridad Social en Alicante mientras dos personas mayores salen del edificio.

Aviso urgente de un funcionario de la Seguridad Social sobre las pensiones

Analiza el problema de la pirámide demográfica

En los últimos meses, la economía española ha demostrado una fortaleza relativa frente a las incertidumbres globales, pero persisten sombras que afectan de lleno a las familias. La inflación se mantiene en niveles elevados, erosionando el poder adquisitivo de los hogares, mientras la creación de empleo avanza a un ritmo menor del esperado.

Este entorno, marcado por la volatilidad en los mercados internacionales y por los desafíos internos de productividad, ha puesto de nuevo sobre la mesa una de las grandes preocupaciones estructurales: la viabilidad del sistema público de pensiones.

Aunque los titulares se centran habitualmente en la evolución del IPC, los movimientos en el Euríbor o el acceso a la vivienda, el debate sobre las pensiones suele quedar relegado. Sin embargo, las tendencias demográficas y las advertencias de voces expertas del propio sistema han reactivado el debate, esta vez con un tono de alerta sin precedentes.

Grupo de personas mayores conversando al aire libre con un gran número dorado 72 en primer plano
Montaje en el que aparece un grupo de jubilados y un número 72 | ACN, XCatalunya

La pirámide demográfica y su impacto directo en la Seguridad Social

España atraviesa un cambio demográfico histórico: la natalidad no remonta, mientras la esperanza de vida sigue al alza. La tradicional pirámide de población ha mutado, y los jóvenes ya no sostienen a los mayores como antes. Según el INE, en menos de dos décadas habrá cerca de un millón más de pensionistas que de trabajadores cotizando. Este fenómeno no es solo una cuestión estadística, sino una amenaza directa a la capacidad financiera de la Seguridad Social.

El proceso de jubilación de la  generación del baby boom, previsto entre 2030 y 2050, será el principal factor de tensión. Se trata de la cohorte más numerosa, y su entrada masiva en el sistema elevará el gasto hasta cifras récord. Mientras tanto, los nuevos trabajadores acceden más tarde y en condiciones más precarias, lo que agrava el desequilibrio entre ingresos y pagos de prestaciones. La consecuencia inmediata: el fondo de reserva, esa “hucha de las pensiones” concebida para asegurar el futuro, se encuentra en mínimos históricos.

Un fondo de reserva insuficiente y el mensaje de los expertos internos

El último informe oficial cifra el fondo de reserva en 9.300 millones de euros al cierre de 2024, una cantidad claramente insuficiente frente a los más de 13.500 millones que se abonan cada mes en pensiones. Si se agotara la totalidad del fondo, apenas cubriría tres semanas de prestaciones. Esta situación llevó recientemente a Alfonso Muñoz, funcionario de la Seguridad Social, a lanzar una advertencia: la previsión real es mínima y el modelo está sometido a una presión sin precedentes.

Montaje con una imagen de dos jubilados preocupados haciendo número. A la izquierda un dibujo de monedas y billetes con una flecha hacia abajo
Montaje en el que aparecen unos jubilados y unos gráficos descendientes | Robert Kneschke, XCatalunya, Tartila

Según Muñoz, el ahorro disponible equivale a tan solo el 5% del gasto anual, lo que pone en evidencia la fragilidad del actual esquema. El aviso no viene de un analista externo, sino de un profesional que conoce los entresijos de la administración, lo que refuerza la credibilidad y la gravedad del mensaje. El consenso entre expertos es que la sostenibilidad no se logrará con parches a corto plazo, sino con una reforma integral que aborde tanto el empleo, como la fiscalidad y el diseño mismo de las pensiones.

Propuestas sobre la mesa y el horizonte 2030-2050 como punto de inflexión

En el debate público y académico ya circulan varias alternativas: retrasar la edad de jubilación, incentivar el ahorro privado complementario, reestructurar las cotizaciones en función de la longevidad, o favorecer el regreso de talento joven. Otras propuestas incluyen fomentar el acceso al trabajo de colectivos menos representados y reforzar la educación financiera de la población para que anticipe mejor su jubilación.

Todo apunta a que el periodo entre 2030 y 2050 será definitivo para el sistema de pensiones en España. Si no se adoptan medidas efectivas antes de esa fecha, la presión demográfica y financiera forzará ajustes drásticos. El reto no solo consiste en garantizar la cuantía de las prestaciones, sino en mantener la confianza social en uno de los pilares del Estado de bienestar. La advertencia de los funcionarios no es alarmista, sino un recordatorio de que las decisiones no pueden seguir aplazándose.