El mundo laboral vive una transformación acelerada que afecta tanto a los sueños como a las prioridades de los más jóvenes. Ya no se trata solo de elegir una carrera, sino de buscar caminos que prometan libertad y visibilidad. La forma en la que las nuevas generaciones entienden el éxito está cambiando a pasos agigantados.
Hoy, la estabilidad y el prestigio ya no son las únicas metas. Cada vez más jóvenes se sienten atraídos por profesiones emergentes que prometen dinero fácil e inmediato. El impacto de las redes sociales ha influido directamente en esas decisiones, creando aspiraciones que hace apenas una década parecían impensables.

La visión de un abogado que conoce las redes
Andrés Millán, abogado de 29 años, observa esta transformación de primera mano: “En Italia o Francia muchos jóvenes sueñan con ser abogados. En España la profesión más demandada es la de influencer”. Una declaración directa que muestra cómo ha cambiado el panorama.
Su experiencia personal es clara: millones de visitas no significan ingresos millonarios. Durante años ha mantenido una disciplina férrea, subiendo miles de vídeos y construyendo una comunidad enorme. Aun así, el balance económico dista mucho de las expectativas que muchos imaginan.
En tres años alcanzó cifras de visualizaciones que superan los mil millones. Sin embargo, lo que recibió por ese trabajo constante apenas superó los 9.590 euros brutos. La diferencia entre la ilusión y la realidad es abismal, según lo afirmado por Millán.
El precio oculto de ser creador de contenido
Andrés recuerda su primera remuneración con detalle: “La primera vez que me pagó fue el 1 de septiembre de 2020, 1,33 euros”, señala. Con el paso del tiempo, las cantidades no variaron demasiado. Unos céntimos diarios, con picos de apenas 20 euros en sus mejores jornadas.
Esa experiencia lo lleva a lanzar un mensaje contundente: no se puede vivir únicamente de la creación de vídeos. El abogado explica que las redes sociales son útiles para atraer público y dirigirlo hacia un negocio. Sin embargo, advierte que crear contenido sin un proyecto detrás no garantiza ingresos.

Redes como herramienta, no como destino
Millán rechaza depender de marcas o colaboraciones esporádicas para sobrevivir. “Tu independencia y tu poder de negociación serán bajísimos, porque dependerás siempre de aceptar lo que te ofrezcan”, advierte. Considera que basar un proyecto de vida solo en eso es poco coherente y de alto riesgo.
Aun así, no reniega de las plataformas digitales, las valora como un espacio para aprender, enseñar y compartir experiencias con los demás. Millán concluye que las redes sociales son una herramienta muy valiosa siempre que se utilicen para aprender, enseñar y compartir. Y no para verlas como un fin en sí mismas.